El reciente intento de asesinato contra el senador colombiano Miguel Uribe Turbay ha reactivado las alarmas sobre el auge de la violencia política en América Latina. Uribe, precandidato presidencial por el partido Centro Democrático, fue atacado por un menor armado durante un acto de campaña, en medio de un clima político cada vez más polarizado y agresivo.
En el programa Ecuadorenvivo, el exviceministro de Justicia de Colombia, Rafael Nieto Loaiza, responsabilizó directamente al presidente Gustavo Petro por fomentar un discurso de odio que, según afirmó, “legitima la violencia contra los opositores”. Nieto advirtió que Petro ha sustituido el debate democrático por la estigmatización sistemática de sus adversarios, empleando calificativos como “nazis”, “fascistas” y “esclavistas”.
El analista calificó de preocupante el uso simbólico de la espada de Bolívar y la bandera de la “guerra a muerte”, rescatadas por Petro en sus discursos, como elementos de incitación a la confrontación social. “Es una amenaza directa, no solo contra los opositores políticos, sino contra cualquier civil que no se someta al dogma oficial”, sentenció.
Durante la entrevista, se reveló que Uribe había solicitado 23 veces una mejora en su esquema de seguridad, sin recibir respuesta efectiva del Estado. La Unidad Nacional de Protección, controlada por un exintegrante del M-19 —grupo del que Petro formó parte—, redujo su escolta el día del atentado.
Nieto alertó también sobre el riesgo de un autogolpe institucional. Según explicó, Petro intenta convocar una consulta popular sobre su reforma laboral —ya rechazada por el Senado— a través de un decreto inconstitucional, desafiando al Congreso y al sistema judicial colombiano. Si persiste en ese camino, advirtió, “estaríamos ante un quiebre del Estado de derecho”.
El exviceministro fue categórico al afirmar que el presidente busca mantenerse en el poder por fuera de los cauces democráticos, replicando los patrones del socialismo autoritario en la región. “Petro no es un líder democrático frustrado, es un carnívoro político decidido a erosionar las instituciones desde adentro”, sentenció.
El caso de Miguel Uribe, como antes el de Fernando Villavicencio en Ecuador, revela una tendencia regional alarmante: la normalización del odio desde el poder como instrumento de control. Si los pueblos no reaccionan a tiempo, la violencia será la nueva forma de hacer política en América Latina.
0 comentarios