Cannes, Correa y el glamour del cinismo

Jun 1, 2025

Por Heidi Galindo

Que Rafael Correa se exhiba en Cannes como protagonista de un documental no es un acto de reparación histórica, sino un truco de prestidigitación simbólica: el arte de hacer desaparecer las condenas a fuerza de cámaras y aplausos. Se agradece al menos la coherencia estética: el festival de la imagen era el lugar ideal para un político cuya carrera se sostuvo en la manipulación del relato. Pero atención: aunque el celuloide no absuelve, ¿acaso asistimos al nacimiento de una nueva categoría, la de “prófugo glamoroso”?

Que Correa declare ahora que el documental Influjo Psíquico “ajustará cuentas con la historia” es una ironía digna de archivo. ¿Ajustar cuentas con qué historia? El guion de redención que promueve omite que fue acusado y condenado por la justicia ecuatoriana por varios cargos de corrupción, y no tuvo la entereza de presentarse ante los tribunales para responder a esas acusaciones. La justicia lo condenó como autor mediato de cohecho agravado, y hoy adeuda al Estado junto a otros sentenciados más de 150 millones de dólares.

Bajo su gobierno autoritario, además, se blindó el relato oficial mediante propaganda, se hostigó a periodistas críticos, se impusieron multas millonarias a medios independientes y la fiscalía fue convertida en una herramienta de persecución política. Al ser condenado en 2020, intentó reposicionarse como víctima de una supuesta persecución, soslayando las pruebas documentadas que sustentaron su sentencia.

Podrá desfilar por Cannes, pero eso no convierte a un prófugo en héroe. La impostura es clara: un hombre condenado por corrupción aparece rodeado de flashes, como si las cámaras fuesen prueba de inocencia o pudieran rehabilitar su imagen. Resulta asombroso la fascinación que aún despierta el arquetipo del revolucionario de salón.

Se dirá que el cine es arte y que toda historia merece ser contada. Nadie lo discute. Pero el arte no redime al impostor, solo lo estiliza. Y como todo relato, puede contener ficción; pero no podía faltar el ajuste revisionista a la historia. ¿Qué esperar de quien ajustó la Constitución a su favor?

Correa no es un símbolo de redención, sino el arquitecto de una sociedad fracturada por su propio discurso de odio y división. Mientras desfila bajo los focos, la verdadera pregunta es cómo el histrionismo político sigue nublando el juicio colectivo, permitiendo que el cinismo se vista de gala sin que nadie levante el telón para ver al rey desnudo.



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