El reciente nombramiento de figuras estrechamente vinculadas al correísmo dentro del gobierno de Daniel Noboa ha encendido las alertas en distintos sectores ciudadanos y políticos. La designación de Marcela Holguín, exjefa del bloque de la Revolución Ciudadana, como gerente de los medios públicos, y la presencia activa de Fausto Jarrín, exabogado de Rafael Correa y operador clave del correísmo, han desatado una controversia que va más allá de ideologías: plantea una cuestión de principios y coherencia política.
En el programa Ecuadorenvivo, el analista Alfonso Pérez Serrano y el activista político Fernando Balda, víctima directa del aparato represivo correísta, debatieron sobre los riesgos y posibles estrategias tras estas decisiones. “Si por mí fuera, los mandaría en una nave espacial sin regreso”, dijo Balda, refiriéndose al correísmo. Sin embargo, también planteó una inquietud legítima: ¿Está el presidente Noboa infiltrando al correísmo para desarticularlo desde adentro o está abriendo las puertas al lobo en casa?
El caso de Santiago Díaz Asque, asambleísta vinculado en los chats del caso ‘Ligados’ como operador político del correísmo en instituciones clave como el TCE y la Corte Constitucional, agrava el panorama. Según informes entregados a la Fiscalía, habría operado desde la Presidencia durante el mandato de Correa usando bandas criminales como “Los Popeyes” para intimidar a opositores, incluido un atentado violento contra el propio Alfonso Pérez.
En ese contexto, Balda recordó: “No se puede gobernar traicionando el mandato que se recibió”. Y aunque reconoció que en política se requieren puentes y no muros, advirtió que la línea roja es clara: la impunidad del correísmo no puede ser moneda de cambio.
En la parte final del programa, Alfonso Pérez resumió con contundencia: “Gobernar no es negociar con el verdugo, sino honrar la confianza de quienes votaron por un cambio”.
¿Es esta una jugada audaz de ajedrez político o el inicio de una peligrosa regresión? Las respuestas aún no llegan desde Carondelet, pero el silencio —en política— también dice mucho.
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