Los vendedores de humo de Pabel

May 28, 2025

Por María Verónica Barreiros

Hubo un tiempo en que vender humo —hacer promesas falsas, vaya— era un crimen grave. El lingüista español Sebastián de Covarrubias cuenta que el emperador romano Alejandro Severo ordenó que a un “vendedor de humo” lo amarraran a un poste y “le prendieran fuego con leños verdes, para que muriera ahogado por el humo antes de que el fuego lo consumiera. Mientras tanto, un pregonero gritaba: Fumo periit, qui fumos vendidit (“Al humo perezca quien humo vende”)”.

Por suerte para algunos, hoy esa pena ya no aplica. De lo contrario, varios influencers contratados por el Municipio de Quito para la campaña “Quito con Obras” estarían chamuscados en la Plaza Grande, usando como leña los dolaritos de los sagrados dineros de la ciudad. Porque lo que se vendió ahí no fue gestión: fue humo. Y del denso.

La famosa campaña —que pretendía mostrar un Quito lleno de puentes relucientes, aceras amplias, parques vibrantes y calles sin huecos— duró… ¿adivinen cuánto? ¡Dos días! Sí, dos días. Desde el 22 de mayo no se volvió a ver ni una historia, ni un reel, ni un triste retuit promocional.

Me tomé el trabajo de revisar cada interacción en X e Instagram de estos supuestos “influencers”, que además de compartir una sorprendente simpatía por el partido del alcalde Pabel Muñoz, parecen ser los únicos rostros posibles de la ciudad. ¿Diversidad? ¿Representatividad? Cero. Quito, según esta visión, empieza y termina en los confines de la Revolución Ciudadana.

A mí me enseñaron que una campaña necesita conectar con distintos públicos, hablar varios lenguajes, llegar a todos los barrios, no solo a los convencidos. Pero esta no fue una campaña: fue un autoabrazo propagandístico.

Con algo de experiencia —y perdón que me cite, máster en comunicación y marketing, gracias— me permito afirmar que la estrategia les estalló en la cara. Poca interacción, muchos comentarios ocultos, se desactivaron respuestas en algunos posts y, donde sí se pudo opinar, hubo muchas críticas.

El mejor desempeño en redes lo tuvo Rodrigo Padilla, que en Instagram alcanzó cerca del 10% de alcance, aunque en X (antes Twitter) le fue fatal: no superó el 2% y lo llovieron los insultos.

¿Y el peor? Kike Vivanco. Nuestro querido Gárgamel digital, que parece vernos como suspiritos azules. Kerly Morán tampoco brilló como se esperaba.

En un mundo ideal, quien ideó esta campaña debería rendir cuentas y revisar en qué falló. Pero en el mundo Konitos de Pabel, no nos sorprendamos si termina ascendido a Secretario de Comunicación.



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