La revolución de la tecnología de la información y la comunicación (TIC): veloz y fugaz, estimula las áreas más profundas de las sensaciones (sexualidad, juego y comida), así como las emociones negativas: ira, odio y frustración; generando respuestas y manifestaciones en todos los ámbitos de la vida y de la política en particular.
La estimulación de la frustración, construye identidades y asociaciones sociales desde el resentimiento, alimentando el desprecio por todos aquellos que no calcen en sus sistemas de ideas.
Narrativas victimistas, rencorosas, misóginas, homofóbicas, buscan legitimizar discursos y acciones violentas, invadiendo la imaginación con fantasías de venganza, cunas de atentados, agresiones y asesinatos.
Todo ello bajo un líder y un discurso que todo el tiempo está recordando esas frustraciones y planificando la venganza, mejor aún si se narra con una secuencia histórica y romántica.
Si en el pasado de cada persona existe un recuerdo de maltrato (que todos lo tenemos) entonces no existe cuestionamiento, la solución a ese malestar emocional está ahí, en el discurso de odio.
La victimización es la justificación y la condición que los convierte en “moralmente superiores” y una vez en el poder, agredir, perseguir y perdonar, ellos los mesías: salvadores infalibles.
Cuando la frustración es individual, no pasa de tener problemas familiares o en el trabajo, pero la unión de muchos frustrados con un discurso que justifica la venganza, pueden llegar al poder económico y/o político, iniciando un conflicto que lleva al terrorismo psicológico, de las redes sociales a la vida diaria.
¿Cómo evitarlo? Volvemos al tema de la educación, no sólo la tradicional en escuelas y colegios, es urgente un sistema de educación en TIC, que asuma no solo los conocimientos científicos, sino y sobre todo, la educación emocional, identificando las sensaciones y necesidades básicas, comprender y expresar emociones para entender y controlar las reacciones, cambiar los falsos paradigmas del industrialismo y construir los nuevos del informacionalismo, lejos del machismo, la victimización y los derechos sin obligaciones.
Entender que el afecto, la autoestima, la confianza se construyen en el intercambio social y que la vulnerabilidad es signo del actual “cambio de época”, sin enfocarse en la culpa externa, la cosificación y el odio.
El odio en el poder es nefasto y sus consecuencias irremediables, cualquier justificación ideológica, religiosa o pseudo-científica debe ser desterrada, pero, ¿Quién educa a los nuevos educadores de la era informacional?
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