Las Tetas de la discordia

May 21, 2025

Por María Verónica Barreiros

Hay una leyenda en Quito, poco conocida, sobre un sacristán que fue reprendido por intentar impedir que una dama de la alta sociedad colonial —recién llegada de París y vestida a la última moda europea— entrara a la iglesia con sus pechos casi al aire.

La distinguida señora, orgullosa de lucir sus afeites parisinos en la franciscana y descolorida ciudad de Quito, creía que arrasaba. Como dirían los guambras de hoy: en su cabeza, devoraba. El sacristán, escandalizado, se paró frente a la puerta del templo y con voz firme les dijo que así, no podían ingresar.“

¿Así cómo?”, replicó la dama, indignada.

El sacristán no dijo más. Extendió la mano, sujetó el pezón del seno derecho —sí, tal cual— y lo agitó como si fuera la campanita con la que se llamaba al servicio. “¡Así!”, respondió.

Imaginamos que los senos estaban muy a la vista para que el sacristán haya podido hacer tal cosa sin mayor esfuerzo. El caos fue inmediato: gritos, golpes, insultos, pelucas volando, polvos y coloretes regados por el piso. El sacristán terminó golpeado y sancionado, y la pareja tan a la moda, excomulgada y lanzada al ostracismo.

¿Quién tuvo la culpa? La dama, claro. ¿Cómo se le ocurre entrar a una iglesia con los encantos al aire?

Pues algo similar le pasó a Jhajaira Urrestra, asambleísta de la Revolución Ciudadana. Jhajaira llegó al primer día de trabajo en la Asamblea con un atuendo que nada tenía que ver con la ocasión y, por supuesto, se hizo viral. Su estilismo —un corsé negro con bordados de perlas y escote corazón que acentuaba sus atributos delanteros— no tardó en recorrer las redes sociales. Los memes, algunos ingeniosos y otros venenosos, se multiplicaron.

Diario Extra publicó una nota sobre su elección de vestuario. La periodista, cumpliendo con el oficio, la contactó para pedirle su reacción. ¿La respuesta? Urrestra aseguró que había sido difamada y exigió que la periodista acudiera a su oficina para hablar “personalmente”.

¡Ajá! Intimidación directa, aquí y en la China.

Entiendo que Jhaji se haya sentido incómoda con la nota, pero… ¿acaso la periodista fue quien la vistió? ¿Le sugirió ponerse el corsé biri biri bamba? ¿Hizo los memes?

No. Y pretender culpar a la prensa por una decisión de estilo personal es tan absurdo como echarle la culpa al sacristán por no soportar un pezón flotante en plena misa.

Al final del día, cuando una mete la pata al vestirse, es eso: una metedura de pata. Propia. Y no se puede intimidar a periodistas por errores que una comete frente al clóset.

Después de todo, ya no estamos en los dorados tiempos del correísmo.



1 Comentario

  1. Que gran redacción y expresión de lo sucedido! Felicitaciones Verónica.

    Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



Lo último