La caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana dio paso a construir varios “museos de frontera” o “lugares conmemorativos” a lo largo de la línea que separaba la Alemania occidental de la oriental. Aquella frontera que las dividió, que se extendía desde el mar Báltico hasta Vogtland en el límite con la República Checa; alcanzaba los casi 1.400 kilómetros que cruzaban varios estados, como Schleswig Holstein, Baja Sajonia, Sajonia-Anhalt, Hesse, Turingia y Baviera.
Cuando en 1945 es derrotada la Alemania nazi con el bloqueo y posterior entrada del ejército rojo en Berlín, los Aliados dividieron Alemania en cuatro zonas de ocupación (EE.UU. Reino Unido, Francia y la Unión Soviética). La línea divisoria inicial entre la parte oriental, a cargo la Unión Soviética, y la occidental, por los tres países restantes, se convirtió en frontera en 1949 cuando los Aliados decretaron la división en dos estados: la República Federal Alemana (RFA) y la República Democrática Alemana (RDA).
Con el nacimiento de estos países se inició un verdadero peregrinar de ciudadanos, inicialmente en ambos sentidos y posteriormente de forma masiva desde la RDA hacia la RFA, por las mejores condiciones económicas que percibían los profesionales y trabajadores cualificados en la Alemania Federal. Estas condiciones se dieron gracias a la iniciativa estadounidense de reconstruir Europa occidental mediante el Programa de Reconstrucción de Europa (conocido como Plan Marshall) que desde 1948 inyectó ingentes ayudas económicas y ventajas comerciales para el Reino Unido, Francia y Alemania Federal con el objetivo claro de evitar la propagación del comunismo.
A partir de 1952 y como respuesta al éxodo de la mano de obra que debilitaba la economía de la RDA, además del incremento de las tensiones entre los Aliados occidentales y la Unión Soviética -que catapultó la denominada Guerra Fría-, empezó un proceso de fortificación de la frontera, apoyado por la Unión Soviética (URSS), que crecería en sofisticación y controles a medida que las tensiones entre el bloque occidental y soviético se incrementaban. El clímax de este proceso fue la construcción del Muro de Berlín en 1961 por la Unión Soviética.
La zona oriental de Berlín era ocupada por la URSS y la occidental por los 3 países restantes, pero con presencia predominante de EE.UU. El muro fue la representación física de la Guerra Fría, que fue la separación ideológica entre el mundo capitalista (EE.UU.) y el comunista (URSS).
Probablemente el museo de frontera más relevante sea el Grenzlandmuseum Eichsfeld (Museo de frontera de la región Eichsfeld), ubicado en el paso de frontera Duderstadt-Worbis, ciudades de los estados de Baja Sajonia (ex RFA) y Turingia (ex RDA), respectivamente. Aún se conservan todo el camino junto a los cerramientos con vallas de alambre de púas, de acero perforado, junto a zanjas inundables, zonas minadas, todas las trampas que activaban todo tipos de alarmas o electrificaban las vallas y encendían reflectores para que las patrullas fronterizas armadas, ubicadas en las torres de vigilancia o las que se encontraban patrullando, acudieran inmediatamente para tomar preso o disparar a quemarropa a quien, a pesar de todos los dispositivos, estaba próximo a escapar. En definitiva, era una cárcel de alta seguridad para todo un país. Ciudadanos atrapados dentro en un delirio ideológico de dos potencias, vallas que dividieron a familias que antes crecieron juntas durante décadas y siglos.
Con la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989, los pasos fronterizos empezaron su proceso de derrocamiento. En una colina cercana a Duderstadt junto a lo que era el paso de la línea fronteriza, dos troncos de roble de 12 metros de altura cada uno, separados unos 20 metros, representan la apertura entre Occidente y Oriente, con el cielo como límite. La idea del artista fue inaugurada en junio de 2002 con la presencia del propio Gorbachov, embajadores de países amigos, varios ministros y diputados alemanes.
La idea venia acompañada de la mutación de aquella frontera de la muerte con un proyecto de biodiversidad, de vida. La iniciativa debía ser parte del denominado Cinturón Verde Europeo. En sus palabras, Gorbachov insistía en el nacimiento de una nueva era de esperanza, paz y prosperidad en la que juntos debíamos mirar hacia adelante. Pero qué importante es ver hacia atrás para recordar la destrucción y crueldad de que es capaz el ser humano llevado por odio; y, que no debe volver a pasar. La euforia de la paz, no obstante, viene acompañada de un claro proceso de olvido. Se piensa que la armonía es gratuita, que no hay que trabajar en ella. Que está ahí porque ahí tiene que estar.
Los memoriales dedicados a la historia del crimen más grande de la historia reciben cada día menos visitantes y menos recursos. A los programas de biodiversidad deberían añadirse urgentemente capacitaciones a los políticos que nos dirigen que incluyan visitas periódicas y obligatorias a los museos de la muerte (campos de concentración) y los de la Guerra Fría, para reactivarles la memoria y, a no pocos, sacarles de la ignorancia. La guerra es un negocio muy lucrativo, pero no hay que olvidar que la paz es un estado que no tiene precio y que una vez que se la pierde es muy, pero muy difícil restaurarla.
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