La nueva Asamblea Nacional ha logrado configurar una mayoría frágil pero determinante, que permitió al bloque oficialista asegurar el control de las comisiones legislativas más relevantes para el futuro político y económico del país. Según el análisis presentado en el programa Vera a su manera, este paso representa un triunfo institucional que, aunque no garantiza gobernabilidad plena, sí limita significativamente la capacidad de interferencia del correísmo en la agenda legislativa.
El ministro de Gobierno, José D. de la Gasca, confirmó que el Ejecutivo ha trabajado en una estrategia de alianzas para democratizar los espacios y asegurar una agenda mínima de reformas. En ese contexto, se han distribuido los espacios en las comisiones sin permitir que el correísmo, con 66 legisladores, alcance mayoría en ninguna de ellas.
Los exlegisladores Ana Belén Cordero y César Rohon coincidieron en que el reto principal es evitar que la Asamblea vuelva a convertirse en una trinchera de boicot, como sucedió durante el gobierno de Guillermo Lasso. Cordero advirtió que el correísmo ya demostró que puede obstaculizar reformas cruciales, incluso aquellas relacionadas con la seguridad, como el uso legítimo de la fuerza y la colaboración entre la Policía y las Fuerzas Armadas.
Por su parte, Rohon insistió en que la Asamblea debe priorizar una agenda de reformas urgentes, dejando de lado la vía de una Asamblea Constituyente, que, aunque fue promesa de campaña, hoy se ve como una opción de última instancia. En su lugar, propuso retomar mecanismos de reforma parcial, como el referéndum constitucional.
Ambos coincidieron en que los próximos 100 días serán decisivos para consolidar una mayoría legislativa sólida, avanzar en temas pendientes como el Código del Trabajo, y recuperar institucionalidad. También alertaron sobre la necesidad de eliminar el Consejo de Participación Ciudadana y recuperar un sistema bicameral para evitar el secuestro político de los organismos de control.
La consigna parece clara: o se consolida una coalición por el cambio, o el país repite la historia de estancamiento. Mientras tanto, el correísmo resiste desde la trinchera minoritaria, sin renunciar a su relato ni a sus tácticas de desestabilización.
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