¿Solo es malo cuando lo hace el correísmo?

May 16, 2025

Por Victoria Ramírez

Como establece la Constitución, este miércoles 14 de mayo se instaló la nueva Asamblea Nacional (AN) y se eligieron sus autoridades. Casi todos los cargos fueron ocupados por miembros del movimiento de gobierno, Acción Democrática Nacional (ADN), y sus aliados, dejando fuera a un bloque que cuenta con el mismo número de legisladores que el oficialismo: la Revolución Ciudadana.

Lo que llama la atención es que la mayoría de los asambleístas designados para estas dignidades son personas de gran confianza del presidente, o miembros de otras fuerzas políticas que han decidido alinearse con el bloque oficialista. Aunque, afortunadamente, la madre del presidente no ha sido elegida para presidir la Asamblea Nacional.

Más allá de los nombres, deberíamos reflexionar sobre el riesgo que implica que una sola organización política concentre tanto poder, con escasos contrapesos, en dos de los tres poderes del Estado más relevantes según la doctrina democrática tradicional. La situación se torna aún más preocupante si consideramos las posibles injerencias en otras funciones del Estado, que ya han sido motivo de denuncias públicas.

Si este mismo escenario estuviera siendo protagonizado por el correísmo, el peligro sería evidente. La ciudadanía estaría indignada por la concentración de poder y se mantendría atenta ante cualquier acción u omisión de la Asamblea. Se criticaría abiertamente que un solo partido controle el Ejecutivo y el Legislativo, y se lanzarían todo tipo de advertencias sobre los riesgos para la democracia y el futuro del país. Sin embargo, hoy no se está haciendo ese mismo análisis.

¿Por qué? ¿Solo porque no se trata de los correístas? Este presidente y su partido han demostrado el mismo irrespeto por el Estado de Derecho, los derechos humanos y los principios democráticos, de los que suelen acusar a sus adversarios. Además, sus resultados en materia de seguridad, economía y empleo han sido deficientes. Han aislado al Ecuador de la región mediante decisiones diplomáticas cuestionables y han designado en cargos clave a personas sin experiencia, aparentemente basándose únicamente en su cercanía con el mandatario. Un ejemplo claro es el nuevo presidente de la Asamblea.

Pareciera que la única credencial de este gobierno es no ser la Revolución Ciudadana. Pero eso no debería bastar. Lo que nos indigna del correísmo debe indignarnos igual cuando lo comete cualquier otro actor político. A eso se le llama coherencia. La democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho deben defenderse siempre, sin importar quién los amenace. Debemos dejar de usar al correísmo como chivo expiatorio para justificar atropellos y malos resultados. De lo contrario, los únicos perjudicados seremos, una vez más, nosotros mismos.



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