La nueva Asamblea Nacional arranca con un tablero político fragmentado y con los dados en el aire. La alianza oficialista ADN y la Revolución Ciudadana (RC) suman cada una apenas 66 votos, lejos de los 77 que se necesitan para alcanzar una mayoría absoluta. Así lo explicó Marcelo Espinel, subdirector de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo, este 14 de mayo en Teleamazonas.
“Habrá que ver si se conforma una mayoría móvil con el PSC, Pachakutik, independientes y movimientos locales que puedan inclinar la balanza”, anticipó Espinel.
Pero la incertidumbre no solo gira en torno a quién presidirá el Legislativo. También está en juego la elección de las dos vicepresidencias, los integrantes del CAL (Consejo de Administración Legislativa), y las presidencias de las comisiones especializadas.
Para la analista Muñoz, el Gobierno “ya no la tiene tan fácil” como parecía la semana pasada. Advirtió que el oficialismo parece estar intentando copar todas las instancias legislativas, lo que podría volverse en su contra:
“Existe una intención equivocada del Presidente y su movimiento de querer controlar toda la Asamblea, y eso puede terminar jugándole en contra”, señaló.
¿Quién presidirá la Asamblea?
La carrera por la presidencia legislativa también está marcada por el debate sobre los nombres. Aunque Anabella Azín, madre del presidente Daniel Noboa, fue la asambleísta más votada, no necesariamente será quien dirija el Parlamento. Su candidatura “ha generado resistencia por su parentesco con el mandatario”, explicó Muñoz.
Entre los nombres que suenan con fuerza están el exministro Niels Olsen, quien tendría un perfil menos confrontativo, y Viviana Veloz, carta fuerte de la Revolución Ciudadana que buscaría continuidad con el trabajo de la legislatura anterior.
“Cualquiera de los 151 legisladores puede ser presidente de la Asamblea”, recordó Muñoz, quien pidió que los pactos se hagan con transparencia y no a puertas cerradas.
Con un Legislativo fragmentado y la tensión entre bancadas al máximo, el país está por presenciar un nuevo pulso de poder que definirá no solo el control de la Asamblea, sino también la viabilidad política del Gobierno en los meses venideros.
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