El gobierno del presidente Daniel Noboa tiene un futuro político promisorio. La victoria electoral contundente, adversarios políticos en crisis, mayoría parlamentaria casi segura y una reelección por delante, le dan la posibilidad de convertirse en un líder capaz de resolver los graves problemas del país.
Es difícil imaginar un gobierno con mejores condiciones. Sin embargo, todo puede echarse a perder si el círculo cercano del gobierno presiona por una Asamblea Constituyente para redactar una nueva carta fundamental. Para los políticos puede ser atractivo vivir en campaña electoral y fomentar la polarización, pero gobernar no es hacer campaña.
Una nueva Constitución trasciende la vigencia de un gobierno. Es obra de una sociedad para el futuro, por ello requiere la participación de todos los sectores y todos sus especialistas. La Constitución abarca problemas políticos, económicos, culturales, sociales; no se puede dejar en manos de políticos que solo ven el corto plazo.
Los ciudadanos deben participar en el debate de los contenidos. Cuando los militares decidieron el retorno a la democracia en el 79 sometieron a plebiscito la nueva Constitución, redactada por especialistas, Velasco Ibarra hacía mofa del procedimiento: “avance y vote, avance y vote… eso es burlarse del país”. La burla será mayor si prospera el procedimiento del que se habla.
Los nuevos socios del gobierno, los asambleístas de Pachakutic, no están de acuerdo con la Constituyente sino con reformas en la Asamblea y el gobierno está en desacuerdo con la Corte Constitucional que exige tres elecciones y elecciones directas para elegir constituyentes. Ya construyen la torre de Babel.
Los apurados sostienen que el presidente debe aprovechar la viada de la victoria electoral como si una nueva Constitución fuese cosa de días. El gobierno que resuelve problemas no pierde popularidad; se deterioran los gobiernos que contratan expertos en imagen y caen en sus redes… sociales.
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