De un “León” a otro

May 12, 2025

Por José Vales

Creíamos que ya con el león de la Metro Goldwyn-Mayer era suficiente, hasta que el día menos pensado reapareció Donald Trump recargado, pegando rugidos políticos que terminaron por inflamar los ánimos. Fue unos meses después de que en los confines australes de América surgiera, por obra y gracia del kirchnerismo, un outsider que se hace apodar el León, el presidente argentino, Javier Milei, llamando la atención en otras latitudes, no ya por sus logros políticos, sino por sus excentricidades (por llamarlas de alguna manera), por sus peleas verbales cargadas de insultos y por propalar un ideario dizque libertario, que solo sirve para decorar una suerte de neoliberalismo artesanal basado en lo que por esas pampas se conoce como una “bicicleta financiera”. Nada que los argentinos no hayan experimentado hasta el hartazgo en otras épocas.

De Milei podrá decirse muchas cosas: que maltrata a la prensa, que desprecia a sus opositores, que ve “zurdos de mierda” hasta en alguien que pasa por un conservador moderado, pero no se le puede negar que es un hombre que devuelve los favores. Acaba de poner en juego su reputación de exterminador de la vieja política para poner a salvo a la condenada expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, evitando que se apruebe la ley que buscaba impedir las candidaturas de todo aquel que haya sido condenado por la justicia. El hombre ya se va acostumbrando a las mieles de la casta que dijo combatir y hasta se permitió jugar en la red X con la designación del papa León XIV al decir “Las fuerzas del cielo han dado su veredicto… No más palabras, señor juez”. No, Milei no es incorregible, es argentino, los lectores sabrán comprender.

Así, mientras “la selva” se pone cada vez más confusa y peligrosa, otro León saltó a los primeros planos de la política mundial. Robert Prévost, el prefecto del Dicasterio de los obispos en Roma, quien acaba de ser ungido Papa, para suceder al fallecido Francisco, convirtiéndose así, en el primer Sumo Pontífice de nacionalidad estadounidense.

Y aquí también se vislumbra, en cierta forma, una devolución de favores. Cuando en el 2023, el Francisco llevó a Prévost del obispado de Chiclayo (Perú) al Dicasterio, luego de nombrarlo cardenal, sabía que esa posición dentro del Vaticano era una excelente gatera para despegar hacia el papado. Con el occiso pontífice compartían una línea de pensamiento en cuanto hacia dónde debe marchar la Iglesia católica, y de paso, el Papa peronista devolvía la gentileza al cardenalato estadounidense, que había resultado fundamental, en aquel cónclave para reemplazar a Joseph Ratzinger (Benedicto XVI).

Por lo general, la prensa especializada coincidió en que el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, desestimó su candidatura después de tres intentos, ante la evidencia de que el estadounidense había logrado aunar los esfuerzos de sus connacionales, de los latinoamericanos y el resto del purpurado “progresista”, con algunos conservadores severamente críticos del “Papa peronista”. Entre otros, el arzobispo de Nueva York, el cardenal Timothy Dolan, uno de los líderes del ala más conservadora, quien, a la postre, fue el que lanzó con firmeza la candidatura de Prévost.

A decir verdad, en los últimos años las peleas intestinas estuvieron a la orden del día bajo el mando de Jorge Bergoglio. En la Iglesia, como en cualquier organización de poder, entre disquisiciones teológicas y meras cuestiones religiosas, lo que prima son los intereses. Y es ahí donde la elección de Prévost parece obedecer más a una estrategia de marketing que a la intención de “unir” al catolicismo. El Sumo Pontífice es estadounidense con raíces dominicanas por el lado de su madre y francesas por la familia de su padre, nacionalizado peruano, ya que vivió allí por varios decenios, por distintas diócesis hasta recalar en el obispado de Chiclayo, de la mano de Francisco en 2015.

Desde aquella posición supo enfrentar a la dictadura de Alberto Fujimori, reivindicando justicia para las víctimas por violación de derechos humanos y fue objeto de acusaciones de encubrimiento de casos de pederastia (algo bastante recurrente en el seno de la Iglesia desde hace un tiempo a esta parte).

A priori, León XIV es presentado como “Papa anti- Trump”, aun cuando represente los mismos intereses que priman en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, que había arrancado allá en 1959 durante el papado de Juan XXIII y culminó en 1965 bajo la égida de Pablo VI, buscando una Iglesia renovada. De su seno surgió la opción preferencial por los pobres, bajo la denominada Teología de la Liberación en América Latina, y una influencia cada vez más notoria de sectores católicos estadounidenses y todo el lobby que la rodea. Más allá de los rótulos con que se lo distinga, su unción ratifica esa tendencia.

Sus primeros gestos fueron de continuidad con la idea de Francisco, dueño de un papado cargado de títulos y declaraciones, pero con escasos cambios concretos. Y ahí radica el primer desafío que tiene por delante León XIV. Escogió el nombre en homenaje a su predecesor, León XIII, el artífice de la encíclica Rerum novarum —que pasó a la historia como la Doctrina Social de la Iglesia, base filosofal del peronismo—, un texto acorde a los efectos de la Revolución industrial y, tal vez, poco útil para lo que se nos viene en “la selva” del poscapitalismo. Habrá que ver si el Papa atina a una encíclica que englobe los nuevos y peligrosos desafíos que le esperan a la humanidad.

Por lo pronto, para entender el porqué un Papa estadounidense, con rasgos de dos continentes, sería recomendable revisar la obra del jesuita irlandés Malachi Martin (1921-1999), testigo privilegiado de los prolegómenos del Concilio en la primera mitad de la década de los 60, principalmente su libro El último Papa y, tal vez, llegar a concluir que Trump puede seguir rugiendo tranquilo. El catolicismo sigue manteniendo su núcleo duro en Occidente y, lo que no es un detalle menor, en Estados Unidos.

Después de todo, sus planes se van cumpliendo al pie de la letra. En Ucrania y en Gaza, como en la frontera entre India y Pakistán, donde esta semana comenzaron los ataques.

Y así, mientras “la selva” redobla sus peligros y Trump funge como un Tarzán posmoderno imitando rugidos en distintos tonos, otro León comenzó a recorrer los senderos de la fe y de la geopolítica, con la paz en el libreto y una incógnita a ser develada con el correr de su papado.



0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



Te puede interesar




Lo último