La madre del César no solo debe serlo, sino parecerlo

May 9, 2025

Por Victoria Ramírez

Más allá de las virtudes o defectos que pueda tener una persona en el ejercicio de la política y el servicio público, debemos recordar que, en democracia, la independencia de funciones del Estado y la vigencia del sistema de pesos y contrapesos es esencial para evitar la acumulación de poder, viabilizar la fiscalización y garantizar la rendición de cuentas. En ese sentido, entregar la dirección de dos poderes —que interactúan de forma permanente— a un mismo núcleo familiar podría comprometer elementos básicos del sistema democrático.

El nombre de Annabella Azín ha sido mencionado por actores políticos y líderes de opinión como una opción para presidir la Asamblea Nacional. A la luz de lo anterior, cabe preguntarse si, en su calidad de presidenta del Legislativo, estaría en capacidad de viabilizar —sin interferencias— un proceso de fiscalización contra su hijo, el presidente de la República. Si este asunto ya resulta problemático cuando el Ejecutivo y el Legislativo recaen, por decisión ciudadana, en una misma organización política, lo sería aún más si el liderazgo de ambos poderes reside en una misma familia. Sería comprensible que una madre no quisiera afectar de ningún modo a su hijo. Pero, en un país como Ecuador, donde la regulación sobre conflictos de interés sigue siendo débil, creer que alguien en esa posición puede actuar con independencia resulta ingenuo.

Es cierto que, en muchos casos, las organizaciones políticas conforman sus listas de candidatos basadas en la confianza personal. Sin embargo, factores como la filiación deben ser siempre considerados. Este no sería un caso inédito, pues bien la misma situación pudo haberse producido en 2003, cuando Lucio Gutiérrez fue presidente y su hermano Gilmar ocupó una curul en el Congreso; o en 1996, cuando Abdalá Bucaram llegó a la presidencia acompañado por sus hermanos Jacobo y Santiago, también legisladores.

Si Annabella Azín llega efectivamente a presidir la Asamblea Nacional, y por primera vez en la historia del país enfrentamos una situación como esta, la ciudadanía deberá estar doblemente atenta a sus decisiones.

Durante las dos últimas campañas electorales de Daniel Noboa, el apoyo activo de Azín ha sido evidente. No se trata de una madre que observa desde la distancia, sino de una mujer con experiencia política, que guía y aconseja, que ha estado involucrada desde el inicio en el proceso que llevó a su hijo al poder, y que además tiene influencia dentro del partido de gobierno. Hace más de dos mil años, Julio César acuñó la frase: “La mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo.” Hoy, el presidente y su madre tienen una gran oportunidad: demostrarle al país que la democracia importa; que no basta con tener buenas intenciones o actuar con honestidad, sino que también deben evitarse aquellas conductas que puedan generar dudas o sospechas, por más inocentes que parezcan.

Ellos tendrán, en pocos días, la última palabra.



0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



Te puede interesar




Lo último