De lo poco que se ha investigado sobre Historia Militar ecuatoriana, el mayor vacío se atribuye a los soldados de la retaguardia, entre ellos los soldados de la especialidad de Sanidad Militar. Este servicio de apoyo de combate, ha estado vigente en los ejércitos desde algunos siglos; sin embargo, fue la Falange Quiteña de 1809 la que integró en la plana mayor de sus dos batallones a los cirujanos Miguel Luna y Pedro Felipe Ximénez, a fin de que cumpliesen con su oficio durante las campañas militares de la primera fase de independencia, entre los años 1809 y 1812.
Con el nacimiento de la República, la Sanidad Militar tuvo su primera identificación institucional el 4 de mayo de 1831, con la configuración del Cuerpo de Médicos Militares, gremio que no alcanzó mayor notoriedad, hasta cuando los gobiernos liberales de inicios del siglo XX le dieron su espacio operativo, a raíz de las feroces guerras intestinas entre conservadores y liberales radicales y el inicio de la construcción del Hospital Militar en el barrio de San Juan, acá en Quito.
En cuanto a las leyes amalgamadas entre lo médico, lo legal y lo militar, en 1903, en el gobierno del general Leonidas Plaza Gutiérrez, se publicó el Reglamento de Sanidad Militar para los Repartos de la Costa; y, un año más tarde el Reglamento para los Repartos de la Sierra. De este último, anotamos lo singular del capítulo II, sobre “La Basura”, artículo 2º, cuyo texto dice: “Todo tipo de basura o desecho, será arrojado a la quebrada más cercana”; así también, en el capítulo III sobre el “Baño y vestido”, su artículo 1º dice: “Todo soldado cambiará de ropa interior, por lo menos una vez por semana”.
No fue sino en 1910 cuando la Sanidad Militar salió a la luz de manera oficial. En ese año el Ecuador dirigía su mirada a la frontera sur, ante un posible conflicto armado con el Perú, obviamente por asuntos territoriales. Mientras el general Eloy Alfaro, presidente de la República, comandaba personalmente las tropas en la zona fronteriza, don Abelardo Montalvo, encargado del Poder Ejecutivo, decretó el 10 de mayo de 1910 la creación del Servicio de Sanidad Militar, adjuntando su correspondiente reglamento en el cual entraba en vigencia la misión de los hospitales de campaña y los puestos de socorro, así como también los medios para una mejor organización y administración.
Como hablábamos en líneas anteriores sobre el antiguo Hospital Militar del barrio de San Juan, de inicios del siglo XX, a su construcción le dieron largas, hasta que empezó su funcionamiento en 1917, incluso fue centro de operaciones en la famosa Guerra de los Cuatro Días, en 1932. Con el golpe de la Junta Militar, en 1963 iniciaron la construcción del nuevo Hospital Militar en el barrio El Dorado, dejando al antiguo Hospital Militar como un espacio abandonado hasta el año 2009, tiempo en el que se convirtió en el Centro de Arte Contemporáneo.
De un tiempo acá, el 4 de mayo ha sido reconocido por las autoridades militares como el día de la Sanidad Militar; en tal virtud, es justo reconocer el rol y el espacio de quienes construyeron parte de la Historia Militar ecuatoriana, curando y salvando la vida de los soldados, en tiempos de paz y en tiempos de guerra: los cirujanos de la independencia, las Hermanas de la Caridad, el doctor León Becerra en el Hospital Militar de Guayaquil de inicios del siglo XX, los enfermeros, los soldados camilleros. Así también, vale recordar con sano orgullo la gesta del Alto Cenepa, 1995. Durante los meses de intensos combates y gloriosos resultados, allí estuvieron –también- dos jóvenes médicos ascendidos en campaña al grado de subteniente: Williams Montaluisa y Galo Molina, galenos militares que combatieron, curaron y salvaron vidas en primera línea; el primero en Tiwintza y el segundo en Cóndor Mirador. Un tercero, el subteniente médico Edison Tasambay, quien fue condecorado con la “Cruz al Mérito de Guerra” en el grado de “Caballero”, por curar y combatir en Tiwintza.
Así como cumplieron su misión aquellos jóvenes subtenientes médicos en el Alto Cenepa, también existieron, existen y existirán los otros galenos de mandil y uniforme que van marcando el paso en la cura y la esperanza de vida en el resto de soldados y sus familias. Larga vida a la Sanidad Militar.
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