Durante cinco años, Liu Miao vendió ropa a mayoristas estadounidenses a través de Amazon. Hoy, ese negocio ha quedado prácticamente paralizado. Los altos aranceles y nuevas restricciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos han golpeado duramente a las fábricas textiles de China, como la de Liu en Guangzhou, centro neurálgico de la industria.
“Ya no se puede vender nada a Estados Unidos”, lamenta Liu, cuya ganancia por prenda cayó a la mitad. Como él, muchos empresarios del sector están considerando mover sus operaciones a zonas más baratas dentro del país o incluso al extranjero, como Vietnam, en busca de condiciones más favorables.
Plataformas como Amazon, Shein y Temu habían facilitado la expansión de estas fábricas hacia el mercado global, aprovechando la exención de aranceles para paquetes de bajo valor. Pero la reciente decisión de EE.UU. de eliminar esa ventaja dejó a miles de negocios al borde del colapso.
Zhang Chen, expropietario de varias tiendas en Hubei, es un ejemplo de la contracción del consumo interno. Tras la pandemia, los clientes no regresaron y los alquileres no bajaron. Hoy sobrevive entregando prendas a Shein.
Las fábricas textiles, aunque alejadas del sector tecnológico de vanguardia, emplean a millones de chinos. Pero cada vez más empresarios reportan caída en pedidos, cierre de líneas de producción y despidos.
Shein, por su parte, ha empezado a reubicar parte de su producción fuera de Guangzhou. Temu anunció la suspensión de envíos desde China a EE.UU., y otros canales como TikTok tampoco compensan la pérdida.
Aunque el gobierno chino promueve el comercio interno, el bajo consumo complica la transición. “Esto es lo que los estadounidenses seguirán necesitando comprar a empresas chinas”, dice Han Junxiu, vendedora de calcetines. Pero con más obstáculos en el horizonte, la pregunta es: ¿por cuánto tiempo?
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