El despertar de la vida en primavera

May 3, 2025

Por Luis Antonio Guijarro

Recuerdo una visita del Dr. Gianfranco Fineschi, renombrado profesor, cirujano italiano y médico del papa Juan Pablo II, a nuestra casa en una de sus cortas estadías en Ecuador para exponer en un congreso organizado por mi padre sobre cirugía de columna.

Fineschi, mentor de mi padre durante su especialidad en Roma, era un hombre alto, delgado, cercano a los 60 años por esa época, su pelo cano se extendía desde las sienes hasta la nuca. Tenía unos cálidos ojos azules y era de hablar pausado. Hablaba español bien, con acento hispano, pero con esa entonación del italiano que a mí siempre me ha parecida única y hermosa.

Tenía dos pasiones en su vida que le volvían hablador: su cottage en los montes Apeninos con vides y sobre todo rosas cerca de un lago, no muy lejos de Roma; y andar en moto. En realidad, el cottage le era importante por su amor a las rosas y botánica en general, y porque sus motos estaban guardadas ahí; la zona describía como montañosa y llena de curvas lo que potenciaba el placer de la conducción.

Durante los años fue cambiando de modelo y marca hasta llegar a una Harley Davison y finalmente a una Honda Goldwing. Como “italiano vero” que era, luchó mucho antes de aceptar comprar una moto americana y peor aún una japonesa. En su porta pasaporte que llevaba en el bolsillo de su sempiterna chaqueta tenía fotos. Una de su mujer, una de toda la familia y varias fotos de rosas y motos. Especialmente de la Goldwing. Decía que no era una moto sino una obra de arte ingenieril.

Como en Europa estaba en invierno, mi padre le hizo el comentario que él con seguridad sería feliz viviendo en Ecuador que es el país de la eterna primavera. Aquí se podía andar en moto todo el año. Fineschi contestó que no, que él necesitaba del ciclo estacional: vivir en la eterna primavera eliminaba la experiencia necesaria de estar en el invierno soñando con el verano y esperando con ansias la llegada de la primavera para que la luz y el calor respetuoso acaricie y que dé un soplo para que los sentimientos se activen y para que la naturaleza se encienda.

Este recordatorio cíclico de la vida era para él absolutamente necesario. La llegada de la primavera encendía el deseo de ir al cottage a ponerse frente al sol, cerrar los ojos y dejarse llevar; claro está, también desempolvar la moto. La ventana de tiempo desde primavera hasta el otoño para disfrutar de esta actividad es lo que la hacía más hermosa. Recuerdo que mencionó que incluso había viajado a Japón para ser parte del evento anual de inicio de la primavera con los cerezos en flor. Esta conversación sobre el efecto de la llegada de la primavera a un hijo de Ecuador fue inspiradora y que comprendí años más tarde.

En abril de 1990 llegué al aeropuerto de Frankfurt para estudiar en Alemania, el piloto nos informó al aterrizar que la temperatura ambiental era de 4°C y que caía una lluvia-nieve intensa por lo que recomendaba abrigarse bien. Lo del equinoccio de la primavera parecía no aplicarse en Alemania, pensé. Aquel abril fue frío, pardo y húmedo. Frente al instituto Goethe en el que aprendí el idioma había un parque en el que se veía de vez en vez cruzar algún paseante ataviado conforme al clima. Los únicos que dábamos otro uso de ese parque éramos los latinos que salíamos a jugar al fútbol si el tiempo lo permitía.

A inicios de mayo vinieron de pronto unos días muy soleados y agradables. El primer fin de semana nuestra improvisada cancha de fútbol en el parque estuvo de pronto llena de gente tirada al sol. Siendo lo más remarcable que todas las personas tomaban el sol como Dios les había mandado al mundo. Nosotros los latinos, por el contrario, estábamos a buen resguardo sentados bajo la sombra y con gorra como corresponde a un fin de semana soleado. Pero en esencia todos disfrutábamos los rayos solares, cada uno a su manera.

El equinoccio de primavera trae también efectos secundarios como cansancio y sobre todo alergias, como al polen, y con el cambio climático, alteraciones en los ciclos del agua, migratorios o de la floración. El autor de la canción “la maldita primavera” con seguridad era alérgico. No obstante, no se trata solo del inicio de una estación hermosa sino de un fenómeno que transforma, esta transformación en los países nórdicos es muy marcada porque la gente se vuelca hacia afuera.

Luego de tantos años viviendo en Europa comprendo a cabalidad ese despertar a la vida que hablaba Fineschi en aquella cena hace tantos años en Quito. También entiendo a mi padre que odiaba el frio y que la eterna primavera le parecía una bendición. Eso traen los años que uno empieza a entender y a actuar de manera que en años jóvenes hubiese sido impensable. Con Fineschi comparto con la pasión por las motos, pero motos como Harley Davidson o Goldwing me han parecido motos de gringos decadentes. El fin de semana estuve manejando una Goldwing y me encantó. ¿Me estaré volviendo decadente o será solo efecto de la maldita primavera?



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