Una única rosa blanca y una lápida sencilla con la inscripción “Franciscus” son ahora el humilde testimonio del legado del papa Francisco. Las primeras imágenes de su tumba en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, revelan la sobriedad que el propio pontífice quiso para su descanso eterno.
Bajo un crucifijo de plata y la luz de un solo foco, el sepulcro del papa latinoamericano refleja su vida marcada por la sencillez. Francisco fue enterrado el sábado, 27 de abril, en una ceremonia privada tras el funeral que reunió a miles de fieles en la Plaza de San Pedro.
Desde la madrugada de este domingo, largas filas de peregrinos se formaron para presentar sus respetos. Entre ellos, Rosario Correale, quien, conmovida, declaró:
“Nos ha dejado una huella imborrable”.
Para muchos, su elección de Santa María la Mayor, fuera de los muros vaticanos, fue otro acto de humildad. Francisco tenía un profundo amor por la Virgen María, y esta basílica, la primera dedicada a ella en el siglo IV, fue su refugio espiritual durante años.
“Él era sencillo, y su lugar ahora también lo es”, dijo la peregrina polaca Maria Brzezinska tras visitar la tumba.
El funeral del Papa también marcó un momento simbólico para el mundo: además de los himnos y oraciones, fue escenario de un encuentro entre el presidente estadounidense Donald Trump y el ucraniano Volodymyr Zelensky, que podría tener un impacto en el conflicto entre Rusia y Ucrania, una guerra sobre la cual Francisco pidió incansablemente la paz.
Cerca de 140.000 personas despidieron al pontífice en Roma, mientras su féretro, trasladado en el papamóvil adaptado como coche fúnebre, recorrió los monumentos más emblemáticos de la ciudad, bajo una lluvia de aplausos.
Con Francisco ya en su descanso eterno, el mundo católico mira ahora hacia el futuro: el cónclave para elegir a su sucesor podría iniciar entre el 5 y 6 de mayo, en el que 135 cardenales están llamados a definir el próximo capítulo de la Iglesia.
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