Kiev despertó en medio del caos. Una serie de explosiones estremeció la capital ucraniana pasada la 1:00 de la madrugada de este jueves 24 de abril (22:00 GMT), tras un nuevo bombardeo masivo de Rusia con misiles balísticos y drones kamikaze.
Al menos 12 personas resultaron heridas, según las autoridades locales, y se reportaron severos daños en varios distritos de la ciudad. “Kiev está sufriendo un ataque combinado”, advirtió la Administración Militar regional, que teme nuevas oleadas durante las próximas horas.
Este ataque se produce mientras Ucrania insiste, sin éxito, en exigir una tregua en los bombardeos a infraestructuras civiles, una demanda que Moscú ha ignorado.
Pero lo más explosivo no vino solo del cielo. Horas antes del ataque, Donald Trump culpó abiertamente al presidente Volodímir Zelenski de entorpecer un supuesto acuerdo de paz con Rusia. “Pensé que sería más fácil tratar con Zelenski. Ha sido muy difícil”, dijo el expresidente estadounidense, quien asegura que un acuerdo “está muy cerca” y que Crimea debería quedarse en manos rusas.
Desde la Casa Blanca, su vocera Karoline Leavitt fue clara: “La paciencia de Trump se está agotando”. El mensaje: Washington quiere paz, pero una que podría forzar a Ucrania a ceder territorios ocupados.
Zelenski, por su parte, respondió que Crimea no es negociable, y recordó que entregarla violaría la Constitución de su país. Pero Trump lanzó una frase que encendió aún más el debate: “¿Por qué no pelearon por Crimea hace once años, cuando se la entregaron sin disparar un tiro?”.
Mientras Kiev tiembla bajo las bombas, en el tablero internacional se cruzan presiones, reproches y propuestas que, para muchos, podrían poner en jaque la soberanía de Ucrania.
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