Canción desesperada para un nuevo progresismo

Abr 21, 2025

Por José Vales 

Son tiempos de gritos y no de reflexiones agudas, los insultos al opositor reemplazaron a los contrapuntos y la cancelación inmediata al debate de lo que ya no hay: ideas. Cunden los ejemplos en los escaparates de un rancio neoconservadurismo que parece ir tiñendo el mapamundi y un progresismo que por momentos parece ajado, falto de autenticidad en algunos casos y de dudosa procedencia la mayoría de las veces. Vayamos tomando nombres, no tan al azar. Santiago Abascal, líder del neofascista de VOX en España; Georgia Meloni, presidenta del Consejo de Ministros de Italia; Gustavo Petro, mandatario colombiano; Javier Milei, de Argentina, o el más obvio por dictador que indescifrable por sus pensamientos, Nicolás Maduro. Todos ahí. En una puesta en escena dirigida por un magnate que amenaza lo que se le cruza a su paso: ahora la libertad universitaria en “el país de la libertad” (“dime de qué alardeas y te diré de qué careces”).

Con el sistema democrático herido de gravedad, con la Justicia perdiendo fuelle aquí y en muchos lares, nada es solucionable con recetas antiguas y con los mismos de siempre. Y ahí vamos, ajustados a la letra del tango “…Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclado la vida/ Y herida por un sable sin remaches, ves llorar la biblia junto al calefón…”.

La prueba más reciente se vio en las elecciones ecuatorianas, que terminaron con la reelección del presidente Daniel Noboa. El correísmo intentó infructuosamente la vuelta al poder con un obligado cambio de rostro y de género, pero con el mismo libreto de antaño. Eso es lo que lo terminó alejando de los sectores populares que dijo representar y al que no terminó de recuperar. El “no hay dos sin tres” del que se aferraba el expresidente prófugo de la justicia ahora sí caducó de cara al futuro. Mucho más cuando, sin autocrítica, lo único que aprendieron a decir y denunciar es “fraude”. Una estrategia llamada a durar en la sociedad menos que lo que dura una storie en Instagram. 

El panorama es más que sombrío. Cuando todo parece que se tiñe de neofascismo, cuando los gobiernos que se dicen progresistas en el Viejo Continente apuestan a la guerra y la expulsión de inmigrantes (lo menos progresista que un político puede ofrecer), lo que se impone es una nueva corriente de pensamiento que se ajuste a los nuevos tiempos y a los nuevos desafíos. 
Ni el kirchnerismo, con su líder Cristina Kirchner, tan afectada en los tribunales como Correa, dejó de imprimir en buena parte de su clientela al igual que esa Revolución ciudadana. Ambos casos tienen más de Joaquín Sabina que de Carlos Marx o cualquier cultor revolucionario, por aquello de que “…no hay peor nostalgia de lo que nunca jamás sucedió…”.

Dos casos de líderes ocasionales que se subieron a la carrera al tren del chavismo, que derivó en lo que derivó. Dos modelos, camuflados con disfraces de populares, pero de rasgos conservadores. Incluso, carentes de ese pragmatismo con el que Lula da Silva surfea en mares embravecidos, desde hace casi un cuarto de siglo. 

Entonces, lo que podría esperarse, aunque más por esa devoción a la esperanza que uno ejercita que por señales concretas que nos brinde el panorama actual, es la necesidad imperiosa de generar un nuevo progresismo. Una identidad y propuestas a la altura de los nuevos desafíos que se presentan. 

Necesidades tan básicas e imperiosas tales como la de fortalecer y reinventar el sistema educativo y los sistemas de salud desde la esfera pública, aparatos judiciales basados en la ética estricta que pulvericen la creciente espiral de violencia que van ganando a sociedades, principalmente en América Latina y África. El combate definitivo al narcotráfico, enquistado en todas las esferas de poder en algunos países, y políticas concretas para defender la libertad individual, seriamente afectada si se observan las medidas que vienen adoptando en la Unión Europea en materia fiscal, bancaria y hasta migratoria.

Actualmente, mientras la guerra comercial es entre una potencia que la única libertad que conoce es la de los negocios (China) y otra, carcomida por el autoritarismo de un magnate excéntrico, por aquí abajo dirigentes carentes de casi todo, pretenden convencer a las masas, con propuestas de un pasado arrumbado ahí, en esa vidriera de cambalaches donde “un burro es igual que un gran profesor”, sin aplazados y donde la mayoría de las veces “los inmorales” se aferran a la impunidad que les brinda la putrefacción del sistema.

La generación de un nuevo modelo, de un progresismo renovado y acorde a lo que se nos viene encima, no es más que una necesidad imperiosa. Aun cuando lejos de querer ser un tango, en tiempos de reguetón y neofascismos o gobiernos insulsos, por eso de “lo menos malo”, esto  no sea otra cosa que una canción desesperada.



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