La gobernabilidad de Daniel Noboa dependerá en gran medida de su capacidad para negociar con una Asamblea Nacional fragmentada, en la que ninguna fuerza política ha logrado consolidar una mayoría por sí sola.

Aunque la bancada oficialista de Acción Democrática Nacional (ADN) cuenta con 66 legisladores tras las elecciones del 9 de febrero, el presidente ha asegurado que ya suma más apoyos. “Ya tenemos 70 entre los nuestros y los adheridos que han decidido ser parte de la nueva bancada”, declaró recientemente. Sin embargo, esa cifra aún no alcanza la mayoría absoluta, que ahora requiere al menos 77 votos.

El mapa legislativo está dividido. La Revolución Ciudadana posee 67 escaños y hay 18 asambleístas más entre Pachakutik y otras organizaciones, quienes podrían inclinar la balanza en uno u otro sentido. El oficialismo apuesta a sumar voluntades entre los independientes y a fragmentar otras bancadas.

De hecho, ya se habla de acercamientos con al menos dos de los cinco legisladores independientes, así como con algunos integrantes de Pachakutik. A esto se suma la reciente ruptura dentro del correísmo, con la salida de Mónica Salazar, asambleísta por Los Ríos, quien podría no ser la única en distanciarse de esa bancada.

Mientras tanto, el ministro de Gobierno, José de la Gasca, ha planteado la necesidad de una “reconciliación nacional”, aunque aún no se han detallado los mecanismos ni los lineamientos que permitan concretar esa propuesta tanto en el gabinete como en la Asamblea.

Por ahora, el Ejecutivo se mueve entre cálculos políticos y diálogos estratégicos para evitar el estancamiento legislativo y asegurar que sus proyectos puedan avanzar.