Si la revolución ciudadana gana las elecciones, no le dará salvoconducto a Jorge Glas. Luisa lo dijo. La afirmación habrá provocado un terremoto dentro de su partido. Sería una declaración riesgosa si fuese verdad que el exvicepresidente solo mantendrá el silencio mientras mantenga la esperanza.
La revolución ciudadana no tolera la corrupción y por eso fue expulsado del movimiento político el prófugo Ronny Aleaga. Luisa lo dijo. Una declaración sorprendente considerando que la izquierda nunca condena a los suyos, incluso a los sentenciados les considera víctimas de persecución judicial; a menos que los nexos con el narcotráfico sean inocultables y fatales.
Si la revolución ciudadana gana las elecciones, restablecerá relaciones diplomáticas con Nicolás Maduro. Luisa lo dijo. Sería reconocer al sátrapa como presidente legítimo a pesar del fraude electoral y el rechazo de los gobiernos democráticos. Una declaración con perniciosos efectos geopolíticos.
Los expertos de la revolución ciudadana diseñaron la estrategia del debate electoral para presentar a Luisa González como líder fuerte y valiente, pero la candidata se pasó de decibeles y apareció no solo agresiva sino hasta grosera y no solo valiente sino temeraria en las declaraciones que luego han querido moderar.
El peor error de la candidata en el debate fue reconocerse como la rana René. Un desliz posiblemente provocado por la indignación, pero con consecuencias desgraciadas en política. Quedará marcada como rana René (marioneta) por sus propios compañeros. Se dice que en política se puede superar todo, menos el ridículo.
El correísmo es peligroso y el anticorreísmo es igualmente peligroso. El Tribunal Contencioso Electoral acaba de establecer un precedente demoledor para la democracia: la posibilidad de destituir (de hecho) a un mandatario por violencia política de género, causal no establecida en la Constitución y de resbaladiza ambigüedad. La indolencia, el miedo, el aturdimiento nacional supera todos los límites.
Lo peor de todo es que Luisa será electa.