La estupidez al poder y sus aplausos

Mar 30, 2025

Por Heidi Galindo

La historia ha demostrado que las grandes civilizaciones no caen solo por enemigos externos, sino por su propensión al absurdo. Hoy, el mundo se presenta como un grotesco escenario donde la irracionalidad no solo se tolera, sino que se ovaciona con fervor por parte de muchos. Trump, sin pudor alguno, confiesa que la masacre y el despojo son sus estrategias, y recibe vítores. Netanyahu justifica el asedio y la devastación de Gaza con una retórica belicista, mientras más de 50 000 civiles, incluidos miles de niños, han quedado sepultados bajo los escombros. Putin, por su parte, avanza en su invasión de Ucrania con total impunidad, acumulando crímenes de guerra mientras propaga su narrativa de resistencia contra Occidente.

Los tribunales internacionales emiten órdenes de captura contra criminales de Estado como Netanyahu y Putin, pero, lejos de enfrentar la justicia, la burlan con total desparpajo. Trump, hábil manipulador, se protege contra la ley, neutralizando a sus adversarios antes de que siquiera intenten desafiarlo. Conmigo o contra mí, ¿a quiénes evoca esto? Mientras tanto, expulsa a cientos de venezolanos a El Salvador sin juicio previo, y Bukele, por su parte, los acoge en sus temidas cárceles, a pesar de las flagrantes irregularidades del proceso. La presunción de inocencia se desvanece, pero la multitud sigue aplaudiendo.

¿Qué alimenta este desfile de horrores? No se trata simplemente de la “moral de rebaño” o de una sumisión ciega a normas impuestas, como despreciaba F. Nietzsche, sino del Fascismo eterno que Umberto Eco describe como una amalgama de rasgos que incluye entre otros: culto a la tradición, exaltación de un pasado idealizado, intolerancia al disenso, exacerbación del nacionalismo. Este fascismo latente sobrevive y se reconfigura cuando las estructuras políticas se tambalean, recordándonos que, en cada grieta dejada por el sentido común, la barbarie se disfraza de eslóganes. La emergencia de la ultraderecha en Europa, con sus políticas de exclusión y autoritarismo frente a la migración, ofrece un recordatorio palpable de este fenómeno.

Mientras los derechos humanos se desintegran y la aprobación ciega ante el dolor ajeno revelan lo peor de la humanidad, la resistencia sigue siendo nuestra única opción, pues en ella reside la única esperanza de desafiar la indiferencia que nos arrastra. Aunque como expresó Friedrich Schiller: “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano.”



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