En enero 17, tres días antes de su posesión, en las cuentas sociales del presidente Trump aparece la moneda digital $Trump; al día siguiente se estrena $Melania. El 14 de febrero, Javier Milei exaltó una nueva moneda digital en su cuenta personal en X: “El mundo quiere invertir en Argentina. $LIBRA”. Dos presidentes de países importantes casi simultáneamente promueven nuevas criptomonedas. En ambos casos en cuestión de horas el precio trepó exponencialmente.
Como era de esperar, acto seguido los promotores “halaron la alfombra”, como dicen los iniciados en piramidaciones (lo que son las criptomonedas): vendieron todas las fichas que habían creado, y las criptos con promoción presidencial colapsaron. Los trumpistas perdieron $ 12 mil millones, los mileístas $ 4 mil millones.
Trump habría hecho una fortuna. Igual el emisor de $Libra, un financista de Singapur. De Javier no se sabe. El argentino retiró su apoyo a $Libra y se justificó: “Si vos vas al casino y perdés plata, ¿cuál es el reclamo?”. El kirchnerismo prepara un juicio político en el Congreso. En Washington, el SEC, la comisión de valores, abandonó el caso contra tres emisoras de criptomonedas y las investigaciones que seguía contra al menos cinco otras.
El presidente precursor de la adopción de criptomonedas, Bukele, retiró al bitcoin la calidad de moneda oficial de El Salvador –junto al dólar– ante presión del Fondo Monetario. En honor de Bukele, hay que reconocer que no promovió ninguna criptomoneda trucha. Pero El Salvador sigue haciendo reservas internacionales en bitcoin. Siendo un país pequeño no es un monto que altere el mercado (alrededor de 6.100 bitcoins, unos $ 500 millones), Trump mantiene su entusiasmo por las criptomonedas. En marzo 6, predijo que EE. UU. se convertirá en la criptocapital del mundo. Y que no venderá las criptomonedas que posee el Estado como consecuencia de confiscación de activos, y que comprará bitcoin para establecer una reserva federal, para regocijo de los que la minan y acumulan, muchos de los cuales residen en Kazajistán, Rusia y China.
Washington, que acuña la moneda que el resto del mundo atesora, ahora acumulará una moneda –más bien una ficha– que no emite ningún banco central sino privados anónimos. ¿Por qué tanta hostilidad a los Brics y su intento de reemplazar al dólar en sus transacciones?
Cuando subió Trump bitcoin se cotizaba a $ 100 mil y a lo que escribo estas líneas, en $ 83 mil. Invertir en criptomonedas no es para los propensos a infarto. Como dice Milei, las criptomonedas son como las fichas de casino. Pero hay que diferenciar bitcoin y etherium que son como las fichas de los casinos de Monte Carlo o Las Vegas, y la mayor parte de las otras equivalen a las de un nuevo casino abierto en un oscuro rincón de una ciudad.
Quienes quieren invertir en criptomonedas deben estar conscientes de que no tienen respaldo, son objetos coleccionables. Debido a su volatilidad, se pueden hacer fortunas con criptomonedas, pero asimismo perderlas. No es prudente invertir en ellas más de lo que uno arriesgaría en un casino. Hay que adentrarse en ese mundo y saber tomar seguridades: los hackers del Gobierno de Corea del Norte en un solo ataque en febrero robaron $ 1.500 millones de la plataforma Bybit.
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