¿Seguridad líquida y una nueva prospectiva?

Mar 17, 2025

Por María Fernanda Noboa

Lejos de complicar las palabras y dificultar sumergirse en los temas de seguridad con sus ineludibles miradas de futuro, y ante la aguda crisis que vive el país, ciertos conceptos y enfoques ayudan a comprender mejor lo que ocurre en toda la región y el país. Si bien han existido diferentes posturas para analizar los fenómenos vinculados con la seguridad, casi siempre responsabilizando al Estado de aciertos o errores, con énfasis en la militarización de las soluciones y en los discursos oficiales, que “construyen amenazas” y priorizan la violencia para contrarrestar la conflictividad como única salida, existen formas marginadas para abordar una crisis, como es la ecuatoriana.

La crisis de seguridad- se ha repetido hasta el cansancio- es multisistémica, abarca la convergencia de factores estructurales y coyunturales, que articulan elementos domésticos, regionales y globales y que han dado paso a una transicionalidad permanente entre actores criminales, mercados criminales, lógicas de funcionamiento y construcción de discursos que la reproducen y legitiman.

Entre varios expertos tecnócratas y cifrólogos y los actores especialistas en los campos de estudio asociados- criminólogos, politólogos, investigadores en seguridad, prospectivistas en el país- no han logrado ponerse de acuerdo para tener una mirada con puntos teórico- analíticos en común. ¡Ah… me olvidaba de los neo expertos en seguridad y los todólogos que han proliferado en el espectro nacional actual, sobre todo en época electoral!

¡Y mejor que no se hayan puesto de acuerdo! De lo que se trata es de tener argumentos sólidos, data bien contextualizada, esquemas y patrones de los puntos de origen clave de la crisis de seguridad y los conflictos que la subyacen; igualmente, rastrear, señales y signos de anticipación de lo que puede ocurrir, y sobre todo alertas de factores de potenciales convergencias que pueden irrumpir y dar cambios inusitados a la situación actual; llámese cartografías complejas (una especie de mapas de conocimiento) que provean de alto valor agregado en conocimiento que permita una comprensión dinámica e integral de lo que ocurre y ocurrirá potencialmente con la crisis de inseguridad, con el actual redimensionamiento de las amenazas y factores de riesgo y la implosión de nuevos actores criminales y delictuales, formas de organización, operación y relacionamiento con una innovadora división del trabajo criminal que está teñida de las lógicas regionales y globales.

La grave crisis de seguridad ecuatoriana es un rompecabezas complejo; un reto bastante difícil de afrontar, desmontar y peor cortar de raíz. Por este motivo, deben incorporarse nuevas herramientas conceptuales, como el concepto de seguridad líquida, que ayuden a mejorar la lectura de los preocupantes diagnósticos presentados a la opinión pública. Tal concepto permite comprender que cualquier fenómeno asociado a dichas problemáticas, amalgama en diversas escalas de espacio y tiempo- más allá de mirarse solo al ombligo-, que muta con gran facilidad, que implosiona sin previo aviso, y que no pretende comprender la inseguridad y violencia como una copia calco de una realidad “objetiva” que está por afuera de la subjetividad del analista o profesional.  Es develar que la seguridad líquida fluye, no es inmutable ni responde a parámetros que pueden ser controlados como en un laboratorio, sino que están barnizados de incertidumbre y tensión; es precisamente desde dicha postura que se busca un giro estratégico.

La mirada de la seguridad en cada país, en cada territorio debe ser considerada en sus propias especificidades geográficas, espaciales, culturales para afinar la posibilidad de espacios de confluencia, puntos de encuentro y complementariedad que muestren hallazgos que, en medio de una incertidumbre dinámica, abran espacios de aprendizajes situacionales conjuntos. Se trata de la producción de un conocimiento innovador e inteligente ubicando holísticamente la inseguridad y la violencia; esto partiendo del propio compromiso de los conductores estatales, los operadores de seguridad, la academia, los medios de comunicación con participación activa y responsabilidad social.

Finalmente, a esta gestión del conocimiento se une la sensibilización ante nuevas imágenes de futuro, aquellas que rebasan los números y cifras. Los estudios de futuro y la prospectiva, hoy trabajan en entornos turbulentos, intuyen las discontinuidades que surgen en las diversas problemáticas, sin intento de control, sino de marcar puntos, semillas de cambios variables determinantes, hechos que portan hologramas del futuro y, sobre todo, el trabajo sobre la subjetividad de las personas involucradas: seres humanos. Es disponer de métodos de anticipación continua para aminorar los problemas y maximizar las oportunidades que se pueden presentar. Implica crear valor desde el inicio de cualesquiera de los ciclos de la inseguridad, marcando un punto de trascendencia, a dónde se anhela llegar. Se busca no solo la gestión del conocimiento, sino la gestión emocional como semilla estratégica para germinar resiliencia y sostenibilidad en las generaciones venideras, redimensionando su condición humana.



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