La guerra de Trump

Mar 9, 2025

Por Alberto Dahik

En el pasado, ni el TikTok ni la superficialidad dominaban al mundo. Las redes sociales no habían intoxicado a la humanidad, y más personas, por un sistema educativo que daba materias que hoy se llaman “relleno” y que no lo son, tenían herramientas para analizar en forma crítica, y con una base de ciertos principios y convicciones, por dónde estaba la verdad de las cosas.

Los candidatos a presidente en los Estados Unidos leían a los founding fathers, los “padres fundadores” de la democracia de ese gran país, cuya visión y profundidad de conceptos produjo una constitución y un ordenamiento político magistral, que ha perdurado hasta hoy. Entendían filosofía, leían a los clásicos y comprendían el devenir de la historia.

Hoy es diferente. Parece que para ser presidente de los Estados Unidos hay que haber jugado mucho Monopoly de joven, para desarrollar la habilidad de quebrar a los demás y quedarse con todo y ganar la partida. Luego hay que entrenarse en cómo usar las redes sociales para ganar la batalla de la posverdad, para que la narrativa de medias verdades o medias mentiras se imponga, y para que el show mediático sea el fin último amarrado a la búsqueda de aceptación y popularidad.

Las recientes acciones del presidente estadounidense Donald Trump, en este ir y venir –amenazas y pasos hacia atrás, retórica prepotente y postergación de medidas previamente anunciadas–, nos muestran sin lugar a dudas que el entrenamiento del actual presidente no fue la profundidad académica ni beber del inmenso océano de la cultura, sino el juego de Monopoly y el uso de la narrativa perversa como herramientas de gobierno.

Si tuviera la más mínima cultura, debería recordar la tragedia económica que se dio luego de la guerra comercial que se originó con la malhadada propuesta de dos senadores republicanos, Reed Smoot y William B. Hawley, que lograron la aprobación de la ley Smoot-Hawley en 1930 en medio de la más grande recesión que tuvo el siglo XX.

Con el ridículo argumento de “proteger a la industria de los Estados Unidos”, se impusieron aranceles en un rango de entre 20 % y 30 % (precisamente el mismo rango que está usando la actual Administración) a más de 20.000 productos importados.

Pasó lo obvio. Los otros países aplicaron la misma medicina. Las exportaciones de los Estados Unidos cayeron en un 60 %, agravando su gran depresión. En el año 2009, Barry Eichengreen y Douglas Irwin publicaron un estudio, que está en el sitio web www.nber.org y que demuestra que esa guerra comercial redujo el PIB del mundo entre el 2 % y el 3 % entre 1929 y 1934. Pero, para quienes el juego de Monopoly es más importante que la historia, esta lección no cuenta.

Es difícil pensar en una política más absurda que esta, y que está haciendo que los chinos se rían y se mofen de los Estados Unidos, porque saben, con su tranquilidad y paciencia oriental, que lo único que Trump va a lograr es que la China se consolide como un nuevo gran líder, en vez de buscar con sus aliados naturales, que son Europa y toda América, la unión de una gran potencia económica que alejaría a Occidente de la amenaza china.



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