El populismo

Mar 5, 2025

Por Ney Dolberg

De tantas acepciones de populismo, comparto la de Yuval Harari, él afirma que es una herramienta propia de dictadores y aprendices, de izquierda o derecha, que parte de la premisa: “la legitimidad del mandato emana de una única fuente: el pueblo”, quien le otorga el poder para dictar leyes, cobrar impuestos y hasta declarar guerras.

Un único partido y un único líder puede negociar con dios o con el diablo, asume el poder en una elección popular, demostrando ser el único y verdadero ungido por un pueblo de él y para él, si aparece otro ganador es porque amañó las elecciones o engañó al pueblo hacia una “falsa consciencia”, a través de los medios de comunicación, la academia y demás instituciones que el populista busca controlar.

Así, el pueblo es una masa con una sola voluntad que se somete a un único líder: “Un pueblo, un País, un Líder” rezaba la consigna de Hitler, gran ejemplo de populismo, donde el líder en su discurso, consigna, ordena y castiga a quienes osen dudar de su infalibilidad; en Venezuela Chávez repetía: “Chávez es el pueblo”, en Turquía Erdogan dijo a sus rivales: “Nosotros somos el pueblo; ¿quiénes son ustedes?”, en Ecuador Velasco Ibarra: “la gloriosa chusma”, todos llenos de victimización, agresividad y redentorismo.

El pueblo compuesto por estratos diferenciados en aspiraciones, voluntades, opiniones y representantes, no existe en la concepción populista.

El populismo es peligroso porque destruye la democracia y puede llegar al totalitarismo, acaparando las cuatro instituciones claves para su objetivos: medios de comunicación, tribunales y jueces, autoridad electoral y la academia, a través de un discurso revisionista que crea una nueva historia, una nueva constitución y un solo discurso que el periodismo debe repetir y nunca contradecir.

Una vez construida “su verdad”, el poder es la única realidad a ser asumida y respetada, sin embargo cuando no llega al totalitarismo, porque las condiciones externas o la oposición interna no le permiten, o porque se queda sin recursos, sobreviene el caos y la anarquía, pues los sistemas de control democráticos, entre ellos los medios de comunicación, sin voz ni capacidad de mostrar los errores, han desaparecido.

La única esperanza para una gran mayoría pueblo pobre y sometida, es un despertar junto una fuerza externa que frene el abuso y la corrupción, pues el mito ideológico ya se ha socavado, y saque por la fuerza a estas estructuras que en esta nueva época de la humanidad, sigue impertérrita y acechando al mundo.



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