La intensa atención, la mediatización y exposición diaria en redes sociales y las discusiones grupales en torno a la grave situación seguridad que vive el país en seguridad se ha convertido en una rutina en diversos espacios políticos, académicos y familiares. Al parecer, el núcleo de debates académicos e investigadores, ciudadanos y de la agenda pública en Ecuador se ha convertido en un lugar común, que va acostumbrándonos a la violencia-la naturalización de las muertes violentas- derivada de las acciones de confrontación entre estructuras criminales por espacios de poder y control de la ruta de sus negocios ilícitos y delincuenciales contra ciudadanos y sus propiedades y bienes.
Escenas de muerte y sangre en diversas modalidades, la multiplicación del tipo de violencias- que hoy por hoy- incluyen a poblaciones vulnerables -niño, ancianos, discapacitados- el constante bombardeo de aterradoras cifras e imágenes a los que estamos expuestos cotidianamente por la acción de los medios de comunicación y redes sociales, nos han metido en una especie de burbuja, donde solo cabe el miedo y la desesperanza. El no saber qué va a pasar en el corto y mediano plano, sumado a la casi avalancha diaria en las agendas informativas de varios medios, sostenidas en formatos y lógicas muy parecidas – el espectáculo informativo- está provocando un alejamiento de públicos, audiencias e internautas de las mercancías informativas. Mucha gente busca otros espacios, una especie de refugio lejos de estas dinámicas en otros espacios donde puedan sentir que aún sí se puede. Sin embargo, no faltan quienes están perdiendo totalmente la esperanza y cuya única salida es abandonar el país, emigrar.
El problema radica en que no podemos aislarnos de lo que ocurre. La interpelación permanente que se hace a cuadros expertos en seguridad, académicos y tomadores de decisión y otros campos del conocimiento vinculados con el direccionamiento direccionamiento estratégico que ha marcado el conductor del Estado con las consecuencias que vivimos a diario no puede robarnos la esperanza, sino despertar en todo un compromiso por el país que nos vio nacer, recuperar la solidaridad, reinventar nuestra propia condición humana, pensando en las generaciones venideras.
La búsqueda y puesta en marcha de soluciones está en la sociedad en su conjunto; nuestro hermoso país lo merece, la gente buena y honesta también, amalgama intergeneracional entre jóvenes, adultos, adultos maduros, estamos llamados a evitar que el país se convierta en un estado criminalizado, ingobernable. Debemos reinventar formas de articular nuevamente un tejido social desfigurado por las polarizaciones políticas y la cooptación que han hecho las estructuras criminales de porciones de territorio buscando legitimar las soberanías criminales, y cuyas acciones se ha orientado a desarraigar el sentido de vecindad, a contaminar las organizaciones de base, alentar la cooptación de familias completas que ven en esta dinámica salida a sus condiciones excluyentes, de pobreza extrema y abandono estatal.
La construcción de un mirada estratégica y anticipativa, sin dejar de considerar el largo plazo es una tarea también de las dinámicas público-privadas. El sector privado comprendiendo con claridad las dimensiones de la actual crisis de seguridad es un actor de innovación y cambio; una automirada- más crítica sin resabio- de sus propias responsabilidades frente a una problemática que no solo es responsabilidad del Estado sino de todos. Dejemos de culpar al otro; al gobierno anterior, a los malos políticos, a los tomadores de decisión, a los conductores estatales de varias décadas, a las prácticas discursivas como espectáculo; es hora de empezar a desafiar la mirada en torno a nuestras propias responsabilidades desde nuestras propias trincheras, con honestidad y, sobre todo, en coherencia total con nuestros principios trabajando más allá de agendas personales, haciendo los mejores esfuerzos por contribuir al bien común.
0 comentarios