“Cuando yo uso una palabra, quiere decir lo que yo quiero que diga… ni más ni menos.” (Alicia a través del espejo, Lewis Carroll). Humpty Dumpty no solo jugaba con Alicia, también definía el poder: quien manda, domina la verdad. La simbología del poder no ha cambiado, pero ha mutado hacia un régimen tecnológico, donde la distorsión de la realidad se convierte en herramienta global al servicio de quienes controlan la información.Donald Trump retomó en su investidura la noción del Destino Manifiesto que justificaba la expansión estadounidense como un designio divino. Y no se trata solo de conquistar territorios, sino de reescribir la historia: según él, Ucrania inició la guerra. Mientras tanto, su vicepresidente, J.D. Vance, llegó a Europa con la moral de un predicador medieval, acusando a sus aliados de retroceso democrático e inmigración descontrolada. Irónico, viniendo de un país construido sobre migraciones que desplazaron o asesinaron a pueblos originarios, y cuya democracia tambalea cuando Trump tilda a la prensa de “enemiga del pueblo”.¿Pero cuál es la verdadera agenda que ocultan? La estrategia de Trump y Vance parece buscar una reconfiguración del orden global, impulsando un aislacionismo que deja vacíos de poder en regiones estratégicas. Este repliegue estadounidense podría generar tensiones en alianzas como la OTAN y la Unión Europea, mientras fomenta la idea de que, al final, Estados Unidos debe imponer su liderazgo, limitando la capacidad de otras potencias para expandir su influencia.La desglobalización y el resurgimiento de economías autárquicas fragmentan las cadenas de suministro y estancan la movilidad social, consolidando castas tecnológicas que debilitan las conexiones entre países y regiones. Este “feudalismo tecnológico” concentra el poder en una élite que, mediante inteligencia artificial y vigilancia masiva, subyuga a las poblaciones y redefine las reglas del control.El orden global se redefine, dando paso a feudos de influencia. Algunos se verán obligados a subordinarse, mientras otros intentarán mantener su autonomía. La desinformación y la manipulación, como yugos de una aristocracia tecnológica y militar, buscan someter a las naciones. Es crucial que las democracias liberales refuercen sus valores y estructuras, resistiendo las narrativas que buscan debilitarlas, para evitar que el Destino Manifiesto de unos pocos se convierta en el olvido histórico de muchos.
Lo dijo Medardo Mora…
Por Melvyn O. Herrera
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