La falta de empleo es el segundo mayor problema de los ecuatorianos después de la inseguridad, según encuestas. El Gobierno ha tomado iniciativas para estimular a los empleadores a contratar más colaboradores. Conseguirá resultados, pero serán marginales. Es una lucha cuesta arriba contra la tecnología y para crear empleo se requiere mucha inversión y un crecimiento económico sostenido.
Cuando a fines del siglo XIX la industrialización despegó en los países avanzados, la tecnología produjo tractores que desplazaron en masa a los campesinos, que migraron a la ciudad, y empleos industriales.
En medio siglo XX la mecanización eliminó gran número de empleos para obreros, quienes migraron al sector servicios. Luego les tocó a los servicios; las computadoras eliminaron a las telefonistas y taquimecanógrafas, las ATM a los cajeros de los bancos, la internet a los mensajeros. Próximamente los robotaxis a los choferes. Pronto los hospitales y estudios jurídicos se circunscribirán a contratar solo a los más brillantes que con ayuda de la inteligencia artificial podrán hacer el trabajo que hoy hacen muchos.
Las empresas son lentas en adoptar nuevas tecnologías que ahorran el empleo. Pero el proceso de reemplazo se acelera cuando se produce una crisis y tienen que despedir. Esa es la historia del Ecuador de la última década.
Entre 2007 y 2014 Ecuador vivió la mayor bonanza de su historia, gracias a la construcción del OCP y el alza del precio del petróleo. No satisfecho con esos ingresos el correato recalentó la economía gastando el dinero ahorrado, prevendiendo el petróleo, endeudando al país e inflando la burocracia. En septiembre de 2015 el 36 % de las personas en edad de trabajar tenían empleo adecuado. La gran farra terminó en chuchaqui en 2015 cuando cayó el precio del petróleo. Entre septiembre 2015 y septiembre 2016 las empresas despidieron a 246.000, el 9 % de los empleos adecuados. Luego en 2020 vino la pandemia, las cuarentenas y más despidos, y en 2024 los apagones. En estas ocasiones las empresas adoptaron nuevas tecnologías y aprendieron a trabajar con menos personas. Los empleos retornaron solo parcialmente.
Desde ese punto máximo de septiembre 2015 a diciembre 2024 se perdieron 550.000 empleos adecuados, y la población en edad de trabajar aumentó en 1,4 millones. Solo el 25 % tiene empleo adecuado.
Las medidas para que las empresas existentes contraten más no darán resultado. Lo que se requiere es mayor inversión para que surjan nuevas empresas y se amplíen las existentes, creando nuevos empleos. Pero nuestra legislación es muy recelosa de la inversión y la burocracia le pone muchas trabas. La legislación de empleo se torna cada día más compleja. Esta semana la Asamblea liderada por RC5 modificó el proyecto de Noboa para estimular el empleo de la mujer, incluyendo cláusulas que pretenden micromanejar la distribución etaria de la fuerza laboral de las empresas con más de 25 empleados. Con esa ley las empresas tratarán de impedir que el número de sus colaboradores llegue a 25.
El desempleo crónico persistirá hasta que tengamos un gobierno con la visión y la fuerza para desterrar la politiquería, barrer las trabas a la inversión e instaure una estrategia que permita crecer al menos 5 % anual.
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