La novatada de un asambleísta electo ha devuelto al debate la ley de comunicación. Los atentados a la libertad de expresión y los ataques a los medios y a los periodistas constituyen un capítulo negro de la revolución ciudadana; volver sobre el tema es mentar la soga en casa del ahorcado.
Se trata de una contribución gratuita a la campaña del presidente Noboa porque advierte a sus despistados estrategas de la necesidad de mostrar las diferencias entre los dos candidatos; las ideas que profesan, el modelo económico que proponen y su posición en la geopolítica actual. Aquello que se han empeñado en ocultar hasta ahora.
Lo que fue el gobierno de la revolución ciudadana podría ser el fondo oscuro en el que se destaque el proyecto de Noboa. El contraste con el autoritarismo invasivo, estatismo grotesco, gasto público desenfrenado, endeudamiento irresponsable, corrupción generalizada, maniqueísmo político y violación de los derechos, podría ser el proyecto del nuevo Ecuador, si es que son eso.
Mientras los estrategas de Luisa tratan de evitar la participación tan conflictiva del caudillo en la campaña, sorprende que los novatos lleguen de abanderados de lo más nefasto del pasado correísta. A menos que no se trate de ayudar a Noboa sino de condicionar a Luisa.
La novatada está también en desconocer que ya no puede volver la ley de comunicación correísta porque tiene un candado: el más lúcido de los dictámenes de la Corte Constitucional sobre la ilegalidad de los cambios introducidos por la mayoría legislativa a las reformas presentadas por el gobierno de Lasso.
La Corte eliminó 12 artículos que contenían las obsesiones populistas sobre información: la idea de que el gobierno es el árbitro de la verdad y la mentira, que puede castigar la opinión y eliminar la línea editorial de los medios; que el Estado es titular del derecho al honor y otras aberraciones. La Corte interpretó la Constitución estableciendo los parámetros internacionales como mandato constitucional.
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