En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2025, el voto nulo alcanzó el 6,8% y el voto en blanco el 2,16%, sumando un total de 1 009 257 ciudadanos que optaron por no respaldar a ningún candidato. Mientras el país se prepara para la segunda vuelta entre Daniel Noboa y Luisa González, programada para el 13 de abril, estos votos no adjudicados podrían jugar un papel determinante en el desenlace electoral.
La proporción de votos nulos y blancos se mantiene en niveles similares a los registrados en 2023. Sin embargo, en esta ocasión, la diferencia entre los dos contendientes es de apenas 19 751 votos, lo que agrega incertidumbre a la contienda.
Según expertos en política, en los balotajes suele observarse una reducción del voto en blanco, ya que parte de los electores que se abstuvieron de elegir en la primera vuelta terminan inclinándose por una de las opciones en disputa. El voto nulo, en cambio, ha mostrado una evolución más inestable en elecciones previas, con casos en los que disminuye y otros en los que aumenta significativamente, como ocurrió en 2021 con un crecimiento del 74%.
Otro dato relevante es que históricamente las mujeres han tendido a anular su voto en mayor proporción, registrándose incrementos de hasta 152 000 votos nulos entre la primera y la segunda vuelta en elecciones anteriores. Estos factores podrían influir en las estrategias de campaña de Noboa y González, quienes ahora buscarán atraer a los electores que se sintieron desmotivados en la primera fase del proceso electoral.
Desafíos para captar el voto indeciso
El analista Arturo Moscoso sostiene que el voto nulo y blanco refleja una crisis de representación y una falta de confianza en el sistema electoral. En este contexto, convencer a estos votantes es crucial, pues un alto porcentaje de votos nulos podría afectar la legitimidad del futuro presidente.
Para captar a este sector, los candidatos deberán evitar la polarización extrema y dirigirse a quienes no se sienten identificados con ninguna de las opciones. En el caso de Luisa González, su desafío será demostrar independencia y distanciarse de la imagen de un correísmo inflexible. Por su parte, Daniel Noboa necesitará ir más allá del discurso anticorreísta y presentar propuestas concretas en áreas sensibles como economía y seguridad.
El analista Jorge Domínguez señala que estos votos representan un segmento más amplio que el obtenido por el tercer candidato más votado en la primera vuelta, lo que resalta su importancia. Sin embargo, advierte que González podría tener mayor dificultad para atraerlos, ya que el correísmo históricamente ha alcanzado un techo electoral del 48% y en esta elección ya logró el 44%.
¿Rechazo al sistema o falta de opciones?
José Manuel Portugal, experto en derecho electoral, explica que la falta de ideologías claras en los partidos ecuatorianos ha llevado a una política basada en la oposición a figuras específicas, en lugar de propuestas concretas. Esto ha provocado que los electores tomen decisiones más pragmáticas que ideológicas en la segunda vuelta.
Si los candidatos no modifican su estrategia y continúan apostando por la confrontación, el voto nulo podría aumentar, debilitando la legitimidad del próximo gobierno.
Consecuencias a largo plazo
El crecimiento del voto nulo y blanco podría ser un reflejo del desencanto ciudadano no solo con los candidatos, sino con el sistema político en su conjunto. A largo plazo, esto podría traducirse en un aumento del abstencionismo y una mayor crisis de representación.
Ante este escenario, algunos analistas sugieren debatir la eliminación del voto obligatorio en Ecuador. Según Portugal, este sistema fomenta decisiones influenciadas por el populismo más que por un análisis informado de las propuestas. Sin embargo, cualquier reforma en este sentido requeriría un amplio debate sobre sus implicaciones para la democracia ecuatoriana.
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