Derechas e izquierdas

Feb 17, 2025

Por Simón Zavala

Hablar en este tiempo de “globalización de todo”, de izquierda y derecha, no sólo luce obsoleto sino que demuestra en aquellos que lo sostienen un anquilosamiento ideológico perturbador y nefasto porque confunde y provoca reacciones adversas al deseo de las colectividades humanas de progresar y eliminar pacíficamente, con ideas, razones y tesis, una cantidad de injusticias sociales que lamentablemente perduran en el mundo.

La división entre derecha e izquierda desde el punto de vista de la política tiene su origen en la Revolución Francesa en 1789. En la Asamblea Nacional francesa, los diputados que apoyaban al rey y al antiguo régimen se sentaban a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que los que querían cambios radicales y un estado republicano se ubicaban a la izquierda. Desde entonces, estos términos han sido utilizados para representar diferentes posturas ideológicas y partidistas. A lo largo del siglo XX, la derecha se asoció con el conservadurismo, la defensa del orden establecido, el capitalismo y, en algunos casos, el nacionalismo. En cambio, la izquierda se identificó con el progresismo, la redistribución de la riqueza, la justicia social y el socialismo y el comunismo. Desde principios del siglo XXI, las diferencias entre izquierda y derecha han evolucionado, aunque siguen manteniendo ciertos rasgos tradicionales: Así, la derecha actual, defiende la economía de libre mercado, la reducción de impuestos, la propiedad privada, la privatización de empresas públicas importantes en electricidad, minería, petróleo y, en algunos casos, valores tradicionales en cuestiones sociales como familia, religión, educación, sexualidad, etc. Y la izquierda actual: prioriza la intervención del Estado en la economía, políticas sociales progresistas, defensa de los derechos de los trabajadores, de los LGBT, feminismo, ecologismo, participación ciudadana activa y cambios en la estructura del Estado.  En la actualidad, el debate se ha ampliado a temas como el cambio climático, la globalización, la igualdad de géneros y de derechos, la inteligencia artificial, la robotización, entre otros, pero la división entre derecha e izquierda sigue estando presente de alguna manera en la política mundial, principalmente por aquellos que viven anclados al pasado.

Últimamente, se señala por parte de algunos teóricos y estudiosos de la política, que luego de la caída del Muro de Berlín, ya no se puede ni se debe hablar de derecha e izquierda, porque el mundo, es totalmente distinto del mundo del siglo XX. Y porque después de la caída del Muro de Berlín en 1989, las categorías de “derecha” e “izquierda” han perdido su relevancia o que ya no son suficientes para describir las dinámicas políticas contemporáneas. Algunas de las razones que sostienen esta postura son: a) El colapso del bloque socialista y la crisis del marxismo, pues expresan que la caída del Muro de Berlín simbolizó el fracaso del modelo comunista soviético, lo que llevó a la desaparición de partidos y movimientos que se identificaban con la izquierda tradicional; y que, con la desaparición de la Unión Soviética, el capitalismo se consolidó como el sistema económico predominante a nivel mundial, desdibujando la oposición tradicional entre capitalismo (derecha) y socialismo (izquierda). b) El triunfo del neoliberalismo y la globalización, ya que,  a partir de los años 90, las políticas neoliberales, como la desregulación de mercados, privatizaciones y reducción del Estado, fueron adoptadas tanto por gobiernos de derecha como de izquierda; y que la globalización económica hizo que muchas decisiones se trasladaran a organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el  Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, que las impusieron reduciendo el margen de acción de los gobiernos nacionales, sin importar su ideología. c) El aparecimiento de nuevas divisiones y desarticulaciones políticas, pues más allá del eje económico derecha-izquierda, han surgido nuevas propuestas políticas basadas en aspectos culturales, identidad, medioambiente, migración y derechos individuales y colectivos. Movimientos como el ecologismo, el feminismo o el nacionalismo han generado nuevas formas de organización política que no encajan claramente en la dicotomía clásica. d) La crisis de los partidos tradicionales. La irrupción del populismo ha cambiado el panorama político al reemplazar el tradicional enfrentamiento ideológico con una lucha simbólica entre el pueblo y los grupos de poder y las clases elitistas. Este cambio ha debilitado a los partidos tradicionales, exacerbado la polarización y modificado la relación entre los ciudadanos y sus gobernantes. Muchos partidos políticos han morigerado sus posturas para ganar más votos, lo que ha diluido las diferencias ideológicas tradicionales. Y también, muchos partidos y movimientos políticos sin reconocimiento en la actividad política, se han convertido en agrupaciones de alquiler que deambulan de una posición ideológica a otras por intereses netamente económicos porque se cobra por las candidaturas, quedando desacreditados ante la opinión pública y los futuros electores. Y me parece que, la irrupción de líderes y movimientos populistas, tanto de derecha como de izquierda, ha cambiado las dinámicas políticas, reemplazando el enfrentamiento ideológico con discursos populistas y demagógicos, que inclusive, a veces cautivan y convencen, pero que no ofrecen proyectos de gobernabilidad posibles. e) Desconfianza y desprestigio de los partidos políticos:Las encuestas muestran niveles de confianza extremadamente bajos en los partidos políticos en América Latina. Según el Latinobarómetro, menos del 20% de los ciudadanos confían en los partidos políticos. La corrupción,el nepotismo, el amiguismo, la mediocridad de la mayoría de funcionarios y el financiamiento oscuro, dudoso y en algunos casos vinculado al tráfico de drogas y a la delincuencia organizada, han hecho que los partidos sean vistos como estructuras alejadas de los intereses del pueblo y casi mafiosas. Escándalos como los originados y provocados por la “famosa” Odebrecht, que involucraron a líderes de distintas ideologías en la región, (basta mirar nuestro país) han reforzado la percepción de que los “partidos” (entre comillas) sólo buscan el poder por intereses personales o de grupos, o como vehículos para acceder a la función pública para ver qué pueden atracar.

Algunos autores sostienen que vivimos en una era “post-ideológica”, donde las decisiones políticas ya no se basan en grandes teorías, y peor, en posiciones ideológicas verdaderas o mentirosas de derecha o de izquierda, sino en pragmatismo, gestión y respuestas a problemas concretos. Y que los electores ya no eligen a sus representantes por su ubicación en el espectro izquierda-derecha, sino por su capacidad de resolver problemas específicos como la seguridad, la economía, la educación, la generación de empleo, la administración de justicia y el combate a la corrupción, entre otros. Puede ser, aunque yo no creo en una era post-ideológica que sea la base para que el mundo camine en el siglo XX1. Pienso que la nueva ideología que está ya ideándose y está calando en millones de ciudadanos en el mundo, es la de un profundo humanismo, en el que cabemos todos, sustentado en una nueva escala de valores personales y colectivos sustentados en la verdad, la justicia, la libertad, el derecho, la paz, la cultura y una auténtica democracia;  unido a un pragmatismo real que visualice los graves problemas sociales, sus soluciones y la forma y los recursos con los que se van a solucionar para que nadie se sienta engañado. A eso vamos en el futuro que ya estamos viviendo, motivo más que suficiente para ya no volver a la cantaleta de derecha e izquierda.



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