Una vez más las encuestas fracasaron pues daban como ganador a Daniel Noboa sobre Luisa González. Considerando los números presentados por cuatro encuestadoras: IPSOS, Cedatos, Informe Confidencial y Comunicaliza, en promedio, Noboa ganaba con 47.85% sobre González que alcanzaba un 35.23%; es decir una diferencia de 12.62%, bastante considerable para una primera vuelta.
Por otro lado, las encuestas a boca de urna, también fallaron. Los resultados presentados, inmediatamente después de que se cerró la votación, por Exit Poll Diego Tello, ex funcionario del CNE, daba a Noboa como ganador con un 50.1% y seguido de González con un 42.2%, lo que significa una diferencia del 7.9%.
La realidad fue otra. La página del CNE, al 12 de febrero 21:07 horas, muestra que Noboa alcanzó un 44.16% y González 43.99%; es decir, una diferencia de apenas 0.17% que representa 17,898 votos.
Pero, ¿por qué se da esta diferencia entre el cálculo y los resultados? Pues bien, estadísticamente, para que a partir de una muestra se pueda inferir un resultado para la población, debe ser representativa. No se trata simplemente de que porque se tiene más encuestados va a ser mejor.
Por ejemplo, si la muestra fuese de 5,000 personas, de nada sirve si se los ubica en una sola ciudad; sería diferente si esos 5,000 son de diferentes provincias, regiones, género, edad, si son del sector urbano o rural. Estas características deberían estar reflejadas en la misma proporción de la distribución de la población, en la muestra.
Además de la muestra y la técnica usada, la ficha técnica también debería incluir el grado de confiabilidad y el error con el que se hicieron los cálculos. Aunque los más frecuentes son: para la confiabilidad 95% y para el error un 5%, en casos como el de elecciones debería disminuirse el margen de error y aumentar la confiabilidad, ya que las cifras históricas indican que han existido empates técnicos.
Otro factor adicional es que no hubo acceso a la información por parte del CNE ya que su página no funcionaba durante el conteo. Lo cual impide contrastar resultados y genera desconfianza en el manejo de la información, con lo cual se completa la cereza del pastel porque los ciudadanos estamos desinformados tanto por las encuestadoras como por el CNE.
Me parece que el “gran misterio” se halla en lo que señala su último párrafo.