Ellos son los ecuatorianos que no toman una posición. Los que no desean llegar a los centros de sufragio, los que no pueden votar por alguna razón médica, geográfica o personal. Los que tienen voto optativo o, quizá, los que ya no creen en la democracia que viven.
Todo ellos, los ausentes y los que votaron nulo o blanco, sumaron 3,38 millones de ciudadanos en la última elección presidencial y de asamblea nacional realizada el pasado 9 de febrero de 2025.
Este grupo representó un cuarto de los 13,4 millones de ecuatorianos habilitados para votar este 2025.
Según datos del Consejo Nacional Electoral (CNE), el pasado domingo hubo 2.395.085 millones de ausentes, 750.840 votos nulos y 238.693 votos en blanco. Un total de 11.047.806 de ciudadanos consignaron su voto.
Estas cifras son mayores a las registradas en a primera vuelta presidencial del pasado 20 de agosto del 2023.
En esa ocasión hubo 2,2 millones de ausentes, 732.478 de votos nulos y 202.717 votos en blanco de un universo casi igual al del 2025.
Esto quiere decir que, a pesar de que en Ecuador es obligatorio sufragar, en la última jornada electoral, aumentaron los incrédulos y los que no llegaron a las urnas.
¿Estas cifras pueden ser una señal temprana de un creciente desinterés de la población en la participación electoral y democrática? Creemos que, en gran parte, sí.
Ojo a esta cifra. El estudio del Latinobarómetro del 2024, aplicado a más de 11 países de la región, nos dice que al 34% de ecuatorianos consultados, le es indiferente si existe un régimen democrático o no democrático.
El mismo estudio señala que el 21% de los encuestados cree que puede ser preferible un gobierno autoritario, si soluciona los principales problemas de la nación.
Estas cifras se complementan con una encuesta de la firma Comunicaliza, de finales de diciembre del 2024, que señala que el 64% de los consultados ve la situación del país como mala y muy mala.
Estas cifras nos dejan pensando en la viabilidad de la democracia en Ecuador, un país azotado por altos índices inseguridad, desempleo y pobreza.
Resulta urgente, como nunca, que los políticos cumplan sus promesas emitidas en las campañas electorales para no resquebrajar más las principales bases de la democracia, que son la confianza, la credibilidad y el mejoramiento constante de la calidad de vida de las familias.
No queremos más escépticos y ausentes en la participación de nuestra vida política; no más. Y aún queda una elección más, el próximo 13 de abril.
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