Las elecciones en Ecuador, una competencia desleal

Feb 9, 2025

Por Heidi Galindo

Hoy, Ecuador acude a las urnas en lo que, al menos en teoría, debería ser la culminación de un proceso deliberativo sobre el futuro del país. Pero, ¿realmente ha existido tal deliberación? ¿No se han convertido las elecciones en un duelo de billeteras entre Revolución Ciudadana y ADN? Ambos movimientos han invertido cifras astronómicas en esta campaña: solo en redes sociales, más de USD 2 millones entre ambos. Mientras tanto, el resto de los candidatos parecen haber competido en un certamen de invisibilidad. ¿Es posible hablar de equidad electoral cuando las estrategias de manipulación digital y los troll centers distorsionan lo que debería ser una auténtica discusión pública, transformándola en mera propaganda?

El electorado, por su parte, entre el hastío y la desidia, se muestra indiferente ante los planes de gobierno y menosprecia los debates, que han sido convertidos en espectáculos donde predominan los agravios en lugar de propuestas. Y, por más que se reconozca la gravedad de estar atrapados en una absurda dicotomía – correísmo-anticorreísmo – no se vislumbra una salida viable a este círculo vicioso. Una fragmentación política disfrazada de pluralidad que no ha logrado generar un proyecto colectivo para el país: Partidos improvisados y de alquiler, candidatos sin experiencia -algunos con procesos judiciales abiertos- y propuestas eclipsadas por la lucha de egos entre los dos movimientos más influyentes.

A este sainete se suma que el 66% de los asambleístas se aferra a sus curules, con salarios de USD 6.000 pese a su inercia legislativa. Las encuestadoras, nuevos sofistas del siglo XXI, moldean la percepción pública según intereses oscuros, mientras las redes sociales amplifican la desinformación en burbujas algorítmicas que consolidan prejuicios, en lugar de desafiarlos.

Pero, no basta con denunciar las miserias del sistema ni las imposturas de sus actores. El destino del país no se define solo en promesas ni en rostros renovados, sino en la lucidez –o la ceguera– de quienes eligen desde las urnas. Quizá lo que realmente necesitamos es un despertar que nos obligue a asumir la política con responsabilidad antes de que esta nos arrastre, una vez más, al eterno retorno de lo mismo: el saqueo impune, la corrupción enquistada, el desgobierno maquillado de estabilidad y el cinismo de quienes, con cada elección, reescriben las reglas para servirse del poder.



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