Cuando la verdad importaba y era respetada, se la definía como conformidad o concordancia entre el pensamiento y la realidad. Ahora ya no interesa ni el pensamiento ni la verdad. Solo valen las emociones y las opiniones. Políticos y estrategas generan emociones y siembran opiniones. La nueva derecha le ha ganado el relato a la vieja izquierda y se apresta a gobernar por largo tiempo.
La nueva derecha produce acontecimientos sin cesar, no da tiempo para reflexionar, no permite la acción de los organismos de control siempre rezagados, no se asusta con fallos judiciales cantinflescos porque opera con los hechos cumplidos. La nueva derecha es una corriente internacional conducida por líderes como Trump, Milei, Meloni, Bukele.
La nueva derecha presume de haber domesticado a los monstruos que asustaron o devoraron a otros líderes; Bukele a la violencia, Milei a la inflación, Meloni a la migración ilegal, Trump a la guerra. Pretende cambiar el mundo sin respetar las reglas, es agresiva y dinámica, por eso genera una ola de miedo.
La nueva derecha no cree en el diálogo, sino en la polarización, inunda los medios con escándalos, banalidades y distractores hasta que no se pueda reconocer lo que es relevante y lo que es verdadero. No quiere seguidores, sino fans, su lenguaje es el trino, el meme, el video; es un lenguaje absoluto, definitivo, megalómano.
El populismo de izquierda está en retirada y la nueva derecha invade el escenario político, pero comparten el autoritarismo y el uso de la tecnología de la comunicación. No son una propuesta económica, sino un planteamiento moral que exige adhesión emocional, religiosa; recelan de los medios, de los intelectuales, de los políticos.
¿Por qué entusiasma a los pueblos? Decepcionado del populismo, sin partidos, sin sindicatos, perdido en la soledad de las redes sociales, el elector carece de alternativas. La nueva derecha le ofrece seguridad, le promete cambiar la realidad, le conduce una vez más a la fantasía.
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