El último debate presidencial, dividido en dos partes, con 15 candidatos que representan a 15 fuerzas políticas reconocidas por el Consejo Nacional Electoral, dejó una total insatisfacción en la ciudadanía que no pudo tener los elementos necesarios para poder identificar por quien debe votar en las próximas elecciones para Presidente/a de la República, período 2025- 2029. Y este resultado frustrante, no se le puede cargar a los candidatos que se presentaron ni al Consejo Nacional Electoral y sus Consejeros y funcionarios administrativos ni a los dos conductores y moderadores del supuesto “debate”, ni a la opinión pública que estuvo pendiente del mismo, ni a los medios de comunicación colectiva que generaron un interés ciudadano, ni a nadie en particular. El resultado frustrante, simplemente se dio, porque lo que ocurrió, es que nunca hubo debate. Y si se quiere a este evento dar la caracterización de Debate, debo decir que para mí fue un “debate sin sentido”. En un debate presidencial, lo más importante tiene que ser que los candidatos expongan sus propuestas de manera clara y detallada para que la ciudadanía pueda tomar una decisión informada. Un debate presidencial es una discusión estructurada sobre uno o varios temas específicos en la que los candidatos presentan argumentos diversos y contrapuestos. Los debates pueden tener lugar en diferentes contextos, como en la educación, la política, la seguridad, la generación de empleo, la evasión tributaria, la institucionalización, la administración de justicia, etc. y deben ser una herramienta sustantiva para promover la reflexión crítica y el análisis desde diferentes perspectivas respecto de quien debe dirigir los destinos de nuestro país.
En el “debate presidencial”, entre comillas, no hubo la posibilidad de que se pueda, a través de las intervenciones de los candidatos, propiciar en la ciudadanía esa reflexión y ese análisis. Estimo que todos los candidatos y sus equipos de asesores y trabajo tienen la capacidad y el conocimiento para estructurar un plan de gobierno. Y es en el debate, en el que podríamos apreciar si estos tienen coherencia, si efectivamente se van a solucionar problemas vitales del país; y fundamentalmente, cómo van a hacerlo y con qué recursos económicos lo van a hacer. Esto tiene que ser el objetivo fundamental de un debate presidencia. Lo otro, es simplemente una parodia del verdadero significado conceptual de “debate presidencial”.
Entonces, viene inmediatamente la pregunta: ¿Se puede hacer un buen debate con 17 candidatos? Creo que sí, pero no en el formato tradicional como el que se dió. Un solo debate con 17 candidatos es inútil, porque no permite que los votantes escuchen propuestas claras. La clave es organizarlo en partes, con temas específicos y tiempos adecuados para que cada candidato pueda hablar con profundidad. Si no se estructura bien, el debate termina siendo una atropellada confusión y la ciudadanía no recibe los insumos intelectuales necesarios y las propuestas pragmáticas para tomar una decisión consciente sobre su voto. Sólo remitiéndome al tiempo que tuvo cada candidato para hacer sus exposiciones, sus interrogatorios, sus respuestas y réplicas, uno se pregunta, cómo en esos tiempos de pocos segundos, un candidato puede ofrecer a la opinión pública un plan de gobierno?. Un debate presidencial, que no le da tiempo a los candidatos a exponer sus ideas básicas, o las más importantes y peor su plan de gobierno, no es un debate o es un debate sin sentido y frustrante, porque no cumple su propósito. Como señalo antes, un debate presidencial debe servir para que los ciudadanos conozcan las posturas y planes de cada candidato. Si no pueden explicarlos bien, el debate pierde su razón de ser. También, porque, se transforma en un evento superficial, pues si los tiempos son muy cortos, los candidatos solo pueden dar respuestas vagas o frases llamativas en lugar de explicar propuestas concretas. Uno asiste a un espectáculo en vez de a un verdadero contenido, pues si el debate se enfoca más en peleas, ataques personales o en dar respuestas rápidas sin profundidad, termina siendo un “show” en vez de un espacio de información útil para los votantes. En este caso, es más un “debate”, entre comillas, vacío o sin sentido, porque no ayuda a la ciudadanía a tomar una decisión informada. En términos generales, me parece que los problemas principales que se dieron en el denominado “debate” son tres: a) Falta de tiempo para cada candidato. Si el debate duró, por ejemplo, 2 horas, cada candidato tuvo apenas unos minutos para hablar, lo que impidió una exposición clara de sus propuestas, b) Demasiadas voces, poco orden. Con tantos participantes, las interrupciones y los ataques personales hicieron que el debate se vuelva un espectáculo sin profundidad, y c) Dificultad para que los ciudadanos comparen ideas. Si hay demasiados candidatos hablando en poco tiempo, la audiencia indudablemente se pierde y no entiende bien quién propone qué. e) Preguntas mal formuladas. Si las preguntas son demasiado generales, confusas o irrelevantes, los candidatos no pueden profundizar en temas importantes. f) Tiempos mal distribuidos. Si los candidatos tienen muy poco tiempo para responder, solo pueden contestar frases vacías en lugar de explicar sus tesis a fondo. g) Exceso de rigidez o de formalidad en la estructura, porque las reglas del juego fueron o muy estrictas o demasiado laxas, por lo que el “debate”, entre comillas, se volvió en la mayoría de sus pasajes muy aburrido y casi sin interés para quienes lo escuchamos y miramos.
En suma, para mi, lo ocurrido fue un “debate sin sentido”, es decir, un evento o acontecimiento que careció de lógica, propósito o utilidad y que podría significar varias cosas dependiendo del contexto en el que se realiza, que en este caso, fue eminentemente político. Hubo falta de lógica ya que no siguió una estructura clara, los argumentos no estuvieron bien fundamentados y las ideas de unos pocos candidatos no tuvieron coherencia. Fue inútil, pues no llevó a ninguna conclusión productiva y no tuvo relevancia para la ciudadanía. Esto nos obliga a repensar en la organización, estructuración, objetivos, número de candidatos, tiempo, profundidad de las preguntas, conducción y consecución de resultados en favor de la comprensión ciudadana, para los próximos comicios electorales a fin de que el voto ciudadano represente una decisión y un escogitamiento que sean el fruto del pensamiento y no de la afectividad de los electores.
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