El presidente Trump ha expresado su interés de adquirir Groenlandia al gobierno de Dinamarca. Lo que parece algo insólito, no lo es, solo es necesario recabar un poco en la historia. En 1917 el presidente Woodrow Wilson compró las “Indias Occidentales Danesas”, ubicadas en el Caribe y que los EE.UU. bautizaron como Islas Vírgenes. El precio acordado para esta compra (siendo las principales islas: Santo Tomás, San Juan y Santa Cruz) llegó a US$ 25 millones en oro, equivalente a un gasto de más del 3% del presupuesto 1916 de EE.UU., ya en ese entonces Groenlandia y el Canal de Panamá eran tema de discusión.
Las islas fueron colonias danesas entre el siglo XVII y XVIII y tenían un pasado de intentos de compra y venta. En 1863, el rey danés Cristián IX intentó incorporar el ducado de Schleswig a Dinamarca, basando su demanda territorial en el hecho de que la mayoría de la población del ducado era de origen danés. Cuando Dinamarca perdió la guerra frente a la alianza Prusa-Austríaca en 1864, el rey ofreció al canciller prusiano Otto von Bismarck un intercambio de territorios a lo Monopoly: las islas caribeñas por el ducado de Schleswig. Bismark no aceptó. En 1902 entró EE.UU. por primera vez al juego, ofreciendo US$ 5 millones por las islas, oferta que fue rechazada por la cámara de lores danesa.
Más de 10 años después, en 1915 un submarino alemán hundió el barco británico de pasajeros RMS Lusitana frente a las costas irlandesas, muriendo más de 1.200 personas, entre ellas 130 ciudadanos de USA. Este hecho provocó que el gobierno estadounidense retomara el tema de la compra de las islas, porque temían que los alemanes decidiesen ocupar Dinamarca y establecer bases de marina alemana en las islas e influir negativamente en el transporte marítimo a través del canal de Panamá.
Vamos ahora a Panamá. El cruce del istmo mediante un canal es una idea que se remonta al rey Carlos V de España que ordenó el primer estudio de viabilidad en 1534; tres siglos más tarde, en 1880 los franceses, luego de llegar a un acuerdo con el gobierno colombiano (Panamá era provincia de Colombia), iniciaron la construcción al mando del Ing. francés Ferdinand de Lesseps, quien ya tenía en su trayectoria la exitosa construcción el canal de Suez en Egipto. Luego de 9 años de inversiones y con la muerte de mas de 20 mil trabajadores por fiebre amarilla, malaria o accidentes laborales, el emprendimiento francés se declaró en quiebra.
Previamente, Estados Unidos y Gran Bretaña estaban en competencia para construir un canal en Nicaragua que uniera los dos océanos, planes que nunca pasaron de ser un proyecto. Frente al fracaso de los franceses, los eternos compadres se pusieron de acuerdo mediante el tratado Hay-Pauncefote para que EE.UU. construyera, controlara y gestionara el canal, retomando los esfuerzos francese previos.
En 1902 el congreso colombiano también vetó la propuesta estadounidense de construir el canal en su territorio por considerarla financieramente inaceptable. Frente a la afrenta colombiana de defender sus intereses, el presidente Roosevelt envió los famosos marines en buques de guerra a Ciudad de Panamá en el Pacífico y a Colón en el Atlántico, para apoyar al movimiento independentista panameño, que casual y tácitamente ya lo venían financiando. Panamá declara su independencia en 1903 e inmediatamente acuerda ceder a EE.UU. una franja de 10 millas para la construcción, operación y control del canal. Adicionalmente, el gobierno estadounidense desembolsó US$ 10 millones, el compromiso de un pago anual de US$ 250 mil y garantizar la independencia panameña. El canal inició operaciones en 1914.
Con este contexto, volvamos al negocio de la compra de las islas Vírgenes que culminó en 1917 con la firma de un contrato por el cual Estados Unidos, a más del precio acordado, aceptó y reconoció la aspiración danesa de expandir sus intereses políticos y económicos a la isla de Groenlandia. Esta confirmación de EE.UU. era primordial para los daneses, porque constituía un desvío al santo principio de la doctrina Monroe de 1823, por el cual EE.UU. no acepta bajo ningún principio una injerencia o interferencia europea en la totalidad del continente americano.
Basado en ese contrato, Dinamarca declaró oficialmente su soberanía sobre Groenlandia en 1921. Panamá, por su parte, asumió oficialmente el control total del canal desde 1999. La doctrina Monroe data de 1823 y es hasta la fecha la única válida para los intereses estadounidenses. Aquí aplica “al César lo que es del César” o actualmente “a Donald lo que es de Donald”; aunque Trump tal vez no sepa muy bien dónde quedan Groenlandia o Dinamarca. Eso no importa, es así con los emperadores.
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