Según el calendario electoral presentado por el CNE, la campaña electoral dio inicio el 5 de enero y debe cerrarse el 7 de febrero, día en el cual se guardará el silencio electoral previo a las votaciones del 9 de febrero.
Pero la verdad es otra, la campana electoral comenzó desde el momento en que se inscribieron las candidaturas o, quizás, mucho antes, porque las redes sociales no entran dentro del espectro de control del CNE, que se ha declarado incompetente al momento de hacerlo y se ha desvinculado de tan incómoda responsabilidad.
Sin embargo, ahora, ya con la venia oficial, la campaña está en su apogeo y se ve a los candidatos por todas partes ofreciendo el oro y moro con tal de ganar adeptos. Resulta muy simpático verles como saludan de beso y abrazo a todo el mundo, sonríen y hasta cargan a los niños, comen en los mercados, se ensucian en los sectores rurales, pero eso sí, bailarines es lo que más hay, y no lo digo solamente por los camisetazos, sino porque en la tarima brillan.
Muchos se han vuelto estrellas del Tiktok donde derrochan sus cualidades actorales dando espectáculos patéticos, pero tratando de volverse simpáticos. Es triste ver que las propuestas no son las que se priorizan o el tratar los problemas que aquejan al país y sus posibles soluciones. La campaña se ha vuelto un espectáculo pobre que no aporta al país y que, contrariamente, le sume en la ignorancia política al momento de votar.
Esto tiene que ver directamente por la cantidad de candidatos que se tiene y su calidad. Vale recordar que 99 asambleístas buscan la reelección, sí, 99 de los 137, es decir, el 72% de la Asamblea, totalmente desprestigiada, pretende volver a su curul. Me pregunto si esta gente puede aportar algo si, a su debido tiempo y teniendo la oportunidad, no lo hicieron; eso sin mencionar cuántos de ellos han cambiado de partido; o, cuántos se reciclan de otros puestos para optar por diferente posición.
Con un Código de la Democracia que permite este festín, es fácil pasar de ser prefecto a ser asambleísta, por ejemplo; de ser asambleísta de una provincia a presentarse por otra, o de ser provincial a ser nacional. Por eso nadie quiere reformarlo porque lo que más les importa es darle circo al pueblo.
0 comentarios