El grupo rebelde M23, respaldado por Ruanda, tomó el control de la estratégica ciudad de Goma, en el este de la República Democrática del Congo, una región rica en minerales que siguen sin ser explotados. La captura de la ciudad, con más de 2 millones de habitantes, ha intensificado una de las crisis más prolongadas y devastadoras de África.

El aeropuerto de Goma también fue ocupado por los insurgentes, quienes, según fuentes locales, habrían forzado la rendición de más de 1.200 soldados congoleños, ahora confinados en una base de la misión de la ONU (MONUSCO). Este avance representa un golpe significativo para las fuerzas gubernamentales, que durante años habían contenido al grupo rebelde lejos de esta importante urbe.

Un conflicto de décadas que no cesa
El M23, compuesto principalmente por tutsis, resurgió en 2022 tras una década de inactividad. Desde entonces, su ofensiva ha desatado nuevos desplazamientos masivos, sumando miles de personas a los ya más de un millón de desplazados en la región. Goma, un centro neurálgico del comercio y las operaciones humanitarias, se encuentra al borde del colapso, con hospitales desbordados por el flujo constante de heridos y un incremento en los brotes de cólera.

El rol de Ruanda y el interés en los minerales
Ruanda ha sido señalada por apoyar al M23, algo que el gobierno ruandés niega, aunque reconoce la presencia de sus tropas en el Congo. Analistas aseguran que el objetivo de los rebeldes, más allá de Goma, es controlar las rutas estratégicas de Kivu Norte, una región clave por sus enormes reservas de cobalto, oro, litio y otros minerales esenciales para la industria tecnológica global.

Protestas y saqueos en la capital
Mientras tanto, en Kinshasa, la capital congoleña, manifestantes indignados atacaron embajadas extranjeras exigiendo apoyo internacional para frenar a los rebeldes. La crisis política y social agrava aún más la situación en un país donde el 60 % de la población vive bajo el umbral de pobreza.

Un panorama incierto
La caída de Goma podría convertirse en un punto de inflexión para el conflicto. Aunque en 2012 los rebeldes se retiraron de la ciudad tras la presión internacional sobre Ruanda, los expertos advierten que esta vez los insurgentes parecen dispuestos a consolidar su control, complicando cualquier resolución a corto plazo.

La situación continúa deteriorándose, con miles de civiles atrapados en medio del fuego cruzado, una creciente emergencia humanitaria y un conflicto que parece estar lejos de llegar a su fin.