Los algoritmos del poder

Ene 26, 2025

Por Heidi Galindo

La tecnología, esa promesa luminosa del progreso, se ha convertido hoy en una extensión casi biológica de nuestro ser. ¿Somos amos de estas herramientas o sus siervos? En De la estupidez a la locura, Umberto Eco ya anticipaba la alienación provocada por la tecnología y su profundo impacto en nuestras vidas. Eco no solo predijo el “síndrome del móvil”, que hoy nos consume, sino que desentrañó con agudeza los mecanismos culturales que perpetúan esta dependencia: desde la glorificación de la inmediatez hasta la pérdida de la reflexión crítica frente al ruido digital.

Pero, más allá de las infinitas posibilidades creativas, educativas y de transformación que ofrecen las nuevas tecnologías, lo que está en juego es el control que ejercemos sobre ellas, y el que otros ejercen sobre nosotros. ¿Quién decide los límites del poder tecnológico? ¿Cómo transformará la inteligencia artificial nuestra relación con el conocimiento y el ejercicio del poder? ¿Qué impacto tendrá en nuestras relaciones humanas y desarrollo cognitivo, cada vez más condicionados por su omnipresencia? La brecha entre quienes controlan estas herramientas y quienes son sometidos a ellas se amplía. Cada avance refuerza una dependencia que limita nuestra libertad, reduciéndola a la aceptación pasiva de términos y condiciones sin cuestionar el sistema que los respalda.

Nos rendimos ante la eficiencia de los algoritmos, mientras los titanes tecnológicos se erigen como los nuevos dioses del Olimpo. Figuras como Elon Musk, con gestos controvertidos como el reciente saludo nazi durante la toma de posesión de Donald Trump, exponen los peligros inherentes a su influencia y la amenaza de una élite emergente que revive ecos de un pasado sombrío. Por su parte, Trump ha firmado medidas que, en lugar de avanzar hacia la justicia social, refuerzan retrocesos en derechos fundamentales, como el cambio climático.

Buena parte de la sociedad, atrapada en un mar de distracciones digitales y obnubilada por promesas económicas, parece ignorar los retrocesos a su alrededor. ¿Progresamos humanamente? Derechos que retroceden, discursos autoritarios que resurgen y una creciente dependencia de sistemas que pocos comprenden. Mientras tanto, los emperadores del ciberespacio modelan el mundo a su imagen y semejanza y el caos geopolítico avanza.

Al parecer el futuro ya no es una promesa, sino una incógnita. Tal vez Eco, con su habitual ironía, habría sugerido: ¿y si nuestros teléfonos ya saben la respuesta?



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