Trump: segunda temporada

Ene 20, 2025

Por José Vales

Llegó el día. El trumpismo arranca hoy su segunda temporada gubernamental que, por lo visto y por los nombres del elenco, en poco o nada se parecerá a la primera. Una planta, en su mayoría, de leales y viejos conocidos mezclados con algún que otro tecnócrata serán los que acompañen al condenado presidente en estos cuatro años en la Casa Blanca. No obstante, en el cartel estelar se destacan varios roles estelares: el de Elon Musk (designado como director de Eficiencia Gubernamental —DOGE por sus siglas en inglés—, junto al empresario Vivek Ramaswamy), el de Jeff Bezos y Mark Zuckerberg. Algo así como una línea media en la administración Trump, por más que estos dos últimos no ostenten cargos en el gabinete. 

El aporte de los tres aparece desde el arranque como un dato significativo. Son los nombres que permiten asegurar cierto rumbo a la gestión en pos de una versión novedosa de tecnocracia, como modelo para atravesar el cambio de época que se avecina. 

La búsqueda de lo que el filósofo griego Yanis Varoufakis da en llamar “tecnofeudalismo”. La tecnología está disponible, al igual que ese trío de interesados asesores; la cuestión feudal será una cuestión de tiempo, decisiones estratégicas y desarrollo militar. 

Esta segunda temporada arranca con el camino más allanado de lo pensado en algunos frentes de todos los que los demócratas dejaron abiertos.

Se espera que el Trump II sea más vertiginoso y proteccionista que el primero. Algunos se prepararan como si fueran a enfrentar un huracán y todo gracias a los demócratas. Ellos lo hicieron. No alcanzó con la recuperación macroeconómica de los últimos cuatro años, el errático liderazgo del, desde hoy, expresidente trajo de vuelta “al ogro”.

Antes de que esta tarde lo acompañen mostrándole la salida para que no se vaya a perder, Biden se apuró en sacar de la lista de países terroristas a Cuba, después de firmar el indulto para su hijo Hunter, quien debía cumplir una condena por tenencia de armas de fuego y drogas (y esto en el primer mundo) y en el último día hábil de su gestión logró que Israel y Hamás firmaran un alto el fuego. Lo que observando a cada uno de los actores puede traducirse en “una tregua momentánea”. 

Ese acuerdo, que el jueves último había entrado en un cono de sombras, fruto por las presiones de una parte de la coalición gubernamental  israelí, la que lidera el aún ministro de Seguridad, Itamar Ben Gvir, un ultraderechista y uno de los padres de la ofensiva arrasadora sobre Gaza, quien se oponía al acuerdo. 

Fueron las presiones del Departamento de Estado, a través del secretario de Estado, Antony Blinken, y del enviado de Trump a las conversaciones de Doha, Steven Witkoff, las que llevaron la negociación al impasse armado. 

El enviado especial para Oriente Medio, Witkoff, salió disparado el pasado fin de semana desde Qatar hacia Israel para encontrarse con Benjamín “Bibi” Netanyahu, a quien le transmitió el mensaje del magnate presidente. “Alto el fuego con entrega de rehenes”. 

Fue claro y contundente. Trump necesita barajar y dar de nuevo, tanto en Oriente Medio como en el conflicto entre Ucrania y Rusia, allí donde colocará toda la energía en los primeros días de su nuevo gobierno. Al menos en el plano internacional. Para ello cuenta con enviados especiales en cada frente, incluso en el de Venezuela, que permiten avizorar una nueva estrategia a desarrollar  

La primera lección que deja ese acuerdo es que se pudo haber cerrado mucho antes y evitarse una considerable porción de víctimas. Pero allí, en Israel, gobierna Netanyahu, presionado por sus socios políticos y por una Justicia que lo investiga por varios casos de corrupción. Los delitos de lesa humanidad que se le imputan corren por otra cuerda. La del Tribunal Penal Internacional. Otra dimensión y otros tiempos.  

Nadie asegura que este alto el fuego conlleve una paz definitiva. Incluso, lo más pesimistas, dudan de que se complete la entrega de rehenes, sin que se quiebre el acuerdo. Basta con consultar a varios expertos en Oriente Medio para arriesgar que, como le prometieron a Ben Gvir y sus halcones para que acepten el acuerdo, es solo una etapa “si Hamás no cumple, volvemos para atrás”, según informan sectores de la prensa israelí. 

Y Hamás, ya se sabe, es todo lo funcional que se pueda ser a las intenciones de Bibi y sus secuaces. De hecho, todo había arrancado el 7 de octubre de 2023 con un ataque de Hamás que los miembros de una de las Fuerzas Armadas más profesionales del planeta y la estructura de inteligencia más profesional de las existentes no vio venir. “¡Difícil que el chancho chifle!”, como diría el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica.

La respuesta a aquella operación fue feroz. 46.700 muertos, millones de desplazados, un territorio convertido en ruinas, una hambruna en ciernes que afectaría a buena parte de 2,3 millones de habitantes, la infraestructura diezmada, al igual que el sistema de salud, son algunos de los ítems del dantesco saldo de un genocidio. 

Los sobrevivientes esperan que se abran las puertas a la ayuda en víveres y medicamentos, que deberá llegar, principalmente, de Egipto. Según los informes de Naciones Unidas, quitar los escombros en Gaza demandaría unos 15 años y un costo de casi 600 millones de dólares y reconstruir el territorio podría llevar más de 30 años. Nadie en Gaza cree en un alto el fuego definitivo, en una paz de aquí hacia el futuro. La experiencia le abre las puertas al pesimismo.

En lo que a la reconstrucción respecta, Israel ya tiene planes. La de levantar una ciudad moderna basada en centros comerciales y espacios turísticos. Eso para cuando el plan llegue a su fin. Y es que ahora las necesidades de Trump y las presiones del jefe de Gobierno israelí ayudaron a frenar la locura. Es tiempo de repartir las cartas nuevamente, redefinir roles y objetivos. El turno de Irán, en cuanto a blanco predilecto, parece haber llegado para profundizar la guerra sin fin, ahora que Siria ya no es un obstáculo.

Al menos la cosa empieza con una tregua en Gaza. Algo es algo, en medio de tanta promesa de conflictos en boca del rehabilitado Presidente. La Comercial con China, la que más le preocupa, u otras aún por encontrar su final, como la de Ucrania y las que, posiblemente, deriven de la misma.

Una nueva temporada necesita otro guion, aunque el género no se altere en lo más mínimo. El protagonista principal insiste con la guerra comercial con China, pero guerra al fin. La cosa, como pudo observarse en Los Ángeles en los últimos días, es de colapso y destrucción, fronteras adentro y bélica, bien bélica, hacia afuera. Nada que vaya a tomar al público por sorpresa.



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