La historia recuerda múltiples guerras de secesión, entendiéndose por secesión, la separación
de una parte de un Estado para formar otro Estado independiente, o alinearse con otra nación.
De este concepto, el referente que calza con mayor inmediatez viene a ser la guerra civil de
Estados Unidos, 1861 – 1865, a causa de la liberación o no liberación de los esclavos y el
antagonismo económico y político entre el Norte y el Sur. Mientras el primero, La Unión,
animaba la libertad de los esclavos, en su condición de región industrial; el segundo, Los
Confederados, velaba por mantener el esclavismo, en su condición de región agrícola.
El 20 de diciembre de 1860, dos meses después del triunfo de Lincoln en la presidencia, la
Convención de Carolina del Sur aprobó la declaración de secesión, apoyando en esta decisión
política los estados de Alabama, Mississippi, Georgia, Luisiana, Florida y Texas. Incluso, dos
meses más tarde, el Sur nombró otro presidente, Jefferson Davis, de modo que la guerra no se
hizo esperar. Hasta tanto, en 1863, ya se aprobó la Ley de Emancipación de los Esclavos. Dos
años más tarde, el Norte se tomó Richmond, capital de Los Confederados, previa la derrota del
Sur, teniendo como saldo una cifra imposible de olvidar: un aproximado de 620 000 muertos
de los dos bandos.
Se dice que, en esta guerra de secesión estadounidense, el número de muertos superó a la
cifra de las dos guerras mundiales del siglo XX, en otras palabras, esta guerra tuvo el matiz de
un conflicto eminentemente destructor y separatista. Cerca de terminar esta historia, El 15 de
abril de 1865 fue asesinado el presidente Lincoln, en un teatro, y vino inmediatamente el
terrorismo, de manos del Ku Klux Klan, para barrer con los líderes afroamericanos y los blancos
antirracistas.
Esto sucedió en Estados Unidos hace 160 años. Acá en Ecuador, nosotros vivimos una guerra
de secesión permanente. Por un lado, el futbol promueve regionalismo -aparte de la violencia
y otros números chuecos en ciertas dirigencias-, y la política, eso mismo, la política. Aquí
vemos que Nicolás Macchiavello se impone a través de los siglos con eso de que “divide y
gobernarás”. Pues claro, en esta tierra fértil para la secesión, muy pocos defienden los
objetivos comunes, el bienestar de la comunidad, el cuidado del medio ambiente, la buena
educación, en definitiva: el presente y el futuro de nuestro país, de nuestra gente.
Ahora que estamos viviendo un período corto de la campaña electoral, estamos en una guerra
de secesión muy bien disimulada. Unos que pensamos en el futuro, otros que promulgan la
inocencia de un exvicepresidente que paga sus culpas por actos de corrupción debidamente
comprobados, y otros que no se preocupan de lo que pasará después de las elecciones. Y sí.
Vivimos en una guerra de secesión disimulada entre correístas y anticorreístas, cuyos muertos
registrados a diario vienen del plomo y puñal del Ku Klux Klan criollo, repartido entre las 22
bandas del crimen muy bien organizado transnacional y muy bien representado por los sicarios
y sus escuelas con metodología criminal.
Viva la patria. La patria ingobernable.
Veinte y cinco años libres de devaluaciones
Por Aurelio Dávila
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