Hace 25 años, enero 9 de 2000, Jamil Mahuad anunció la dolarización. Fue derrocado días después y la implementación la hizo Gustavo Noboa. Ecuador enfrentaba uno de los dos El Niño más fuertes de la historia, un colapso del precio del petróleo y debacle bancaria. La inflación que estaba por 30 % interanual se disparó a 100 %. Los sueldos perdían poder adquisitivo día a día. Los empleados y pensionistas del IESS vivían angustiados. Los créditos hipotecarios tenían tasas de interés nominales tan altas que era imposible comprar vivienda a crédito.
Las autoridades reflexionaron que los presidentes y legisladores continuarían financiando el gasto público con emisión monetaria desmedida causando una inflación descontrolada; se requería una solución radical y por lo tanto dolarizaron. El Ecuador tuvo el sucre desde 1884 y en 2000 pasó a ser la economía más grande del mundo sin moneda propia.
Al canjear los sucres a 25.000 por dólar se licuaron los ahorros y deudas. Igual los salarios, pero fueron recuperando terreno poco a poco. La adopción del dólar no fue popular entre economistas por considerar que se pierde la principal herramienta de política monetaria. Pero salir de la crisis por otras vías hubiera requerido medidas comparables a las de Javier Milei.
El balance de la primera etapa de la dolarización fue positivo. La dolarización funciona bien, como en Panamá, si los poderes públicos actúan maximizando las oportunidades que abre y evitando las acciones que son incompatibles con este sistema. La dolarización invita a la apertura de la economía, convertir al país en sede regional de multinacionales, captar bancos extranjeros que traigan depósitos. Bajo las presidencias de Gustavo Noboa, Gutiérrez y Palacio, la economía dolarizada gozó de gran estabilidad y crecimiento, apoyada en la mayor exportación de petróleo gracias a la construcción del oleoducto OCP.
La dolarización es incompatible con el populismo. Requiere abstenerse de emitir la moneda extranjera prestada. Rafael Correa, contrario a la dolarización, hizo que el Banco Central lo financie comprando bonos del Estado, emitiendo ecuadólares. Cerró el Ecuador al mundo con el impuesto a la salida de divisas y restricciones a las importaciones. La inflación retornó y aunque moderada fue superior a la internacional. El país se encareció en relación con sus competidores y vecinos, perdimos competitividad. Una vez que cayó el precio del petróleo el país se estancó, Correa deja el poder y sus sucesores batallan por enderezar la situación.
Una devaluación bien manejada permitiría recuperar competitividad, pero eso no es posible en dolarización. El camino para retomar la competitividad es más arduo, requiere, entre otras cosas, abrir la economía a la inversión extranjera, reducir el gasto burocrático. El planteamiento de cierre del Banco Central es para eliminar la institución que le permitiría a un nuevo populismo financiarse con ecuadólares.
En fin, la dolarización amortigua el impacto de las crisis internacionales sobre los ciudadanos y negocios. Pero torna más ardua la tarea de superar los daños causados del populismo, por lo que prolonga el proceso de recuperación. ¿Nos beneficia o no la dolarización? Estimado lector, le invito a llegar a su propia conclusión.
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