Recientemente releí los libros futuristas publicados por Alvin Toffler. quién en 1979 publicó “La tercera ola”; donde analiza los escenarios para la humanidad en la era tecnológica postindustrial, que también significa superar los temas ideológicos, políticos, sociales y económicos para encontrar un bienestar general. Esto lamentablemente todavía no se ha dado, pero el avance tecnológico en aceleración exponencial nos acerca cada momento más hacia el punto de singularidad.
¿Qué es la singularidad? Es la noción de que llegue el momento en que las máquinas podrán superar la inteligencia del hombre y el reloj ya está marcando esa cuenta regresiva que en algún momento se pensó que ocurriría en el 2040 ahora ya se lo del año 2030 o antes gracias a los avances en la inteligencia artificial (IA) donde justamente estamos ya en la tercera ola; donde la primera fue la IA predictiva, la segunda que nos concientiza sobre su existencia cuando se lanza el ChatGPT generativa que adquiere 100 millones de usuarios en tres meses y actualmente superan los 1800 millones de usuarios.
La tercera ola es la creación de la IA agente que ahora puede manejar procesos de soporte complejos cómo es atender a un cliente que quiere conocer las políticas de reclamo o devolución de algún producto donde la IA agente guía al usuario de principio a fin de su requerimiento y el proceso requerido. Esto mismo se puede aplicar en las tareas médicas y también las financieras y de seguros, etc. El cambio radica en cómo estas (máquinas) agentes pueden intercambiar información con otros o múltiples agentes de IA y pueden ser especializados en las tareas requeridas específicas. Aquí lo importante es saber si el ser humano está interactuando con una persona o con una máquina y esto debe ser muy transparente.
Por ello deben desarrollarse las barreras de control y seguridad manteniendo siempre a lo humano en control sobre los puntos de decisión críticos y el agente que opera autónomamente dentro de los parámetros bien definidos. Este futuro está determinado por una estrecha colaboración entre la IA y los humanos en forma innovadora, efectiva y predictiva.
Para realizar esta transición no solamente hay que adoptar la nueva tecnología, sino que requiere un cambio en las habilidades humanas donde estos deberán comprender las capacidades y limitaciones de la IA; así como desarrollar todas las competencias necesarias para orquestar las colaboraciones requeridas para adaptarse a esta nueva y poderosa herramienta que permita automatizar tareas qué optimicen los resultados buscados.
Ahora llega lo que los técnicos llaman la súper inteligencia artificial (SIA) dónde los más avanzados laboratorios en ciber tecnologías están avanzando a una velocidad exponencial en la transformación hacía el momento de la singularidad como lo menciona Roy Kurzweil en su libro “La singularidad está cerca”. Él es un emprendedor, empresario, fundador de Singularity University y director de ingeniería de Google que ayuda a que esto se convierte en una realidad cuando señala que trabaja para que los computadores entiendan el lenguaje natural; y agrega, que habrá una explosión en el conocimiento humano tanto en las artes como en las ciencias creando una época de abundancia.
Estos avances servirán para curar prácticamente todas las enfermedades, una herramienta apropiada para la estabilización del clima y la reducción de la pobreza, constituyendo el mayor empoderamiento de la historia. Al momento ya se está utilizando todo esto de avances en ciber defensa, resolución de la congestión de tráfico predictiva, procesamiento de inmigración, identificación criminal, desarrollo en las ciencias de la vida y traducción en tiempo real entre otros usos.
Todo esto constituye una transformación drástica, exponencial e irreversible. Es lo Musk señala que podría desencadenar “una era de abundancia o destruir la humanidad “. Una cosa de lo que sí podemos estar seguro es que ese momento cambiará nuestra vida para siempre, donde las máquinas sean más capaces y veloces en su razonamiento que los humanos
Ahora volviendo a nuestra propia singularidad, en Ecuador urge dar paso a las reformas que permitan dar confianza en el país, que incentiven la inversión, superando los obstáculos de la estabilidad social, institucional jurídica, política, económica financiera y laboral para crear las condiciones de credibilidad por parte de los inversionistas nacionales y extranjeros que nos permita crear los 250,000 puestos de trabajo necesarios anualmente y formalizar el resto de empleos. Es fundamental comenzar con una revisión del Estado haciendo entender a las autoridades que el concepto de reducirlo no constituye en limitarlo, pues la estructura existente nos ha enseñado lo débil que es el Estado, principalmente frente a una burocracia megalómana que lo mantiene así para sus propios fines y muchas veces aún con políticas diametralmente opuestos a las iniciativas de las autoridades principales.
Los empresarios privados, si se consigue asegurar estos niveles de previsibilidad, certidumbre y continuidad de los mismos, podrán suplir los recursos que necesita el país para desarrollar una política de bienestar social y que apunté eliminar la pobreza extrema, la desnutrición infantil; que permita la necesaria transformación en el proceso educativo, salud de calidad, bienestar y seguridad. Solamente así tendremos un país preparado para ser partícipes de esta transformación globalizada exponencial.
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