Resiliencia en tiempos de desastre: un pueblo que no se rinde

Dic 30, 2024

Por Karina Granja

En un año marcado por la adversidad, donde las crisis parecían multiplicarse sin tregua, lo más destacable y digno de reconocimiento ha sido la resiliencia del pueblo ecuatoriano. Esta capacidad, que define la habilidad para adaptarse, recuperarse y prosperar tras enfrentar adversidades, ha quedado patente en cada rincón del país.

Según el Diccionario de la Lengua Española, resiliencia es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. En psicología, este término se refiere a la habilidad de los individuos para superar retos significativos y seguir desarrollándose de manera saludable, un concepto que también se extiende al comportamiento colectivo de las comunidades.

El pueblo ecuatoriano ha encarnado esta definición con creces, mostrando adaptabilidad frente a circunstancias difíciles, muchas veces con humor y optimismo renovado. Un ejemplo de esta actitud positiva lo refleja la encuesta realizada por Comunicaliza el 15 de diciembre: el 54,5% de los encuestados calificó como buena o muy buena la situación de su familia, frente al 42,5% que la consideró mala o muy mala. Además, un 51,7% de la población cree que dentro de un año la situación del país mejorará. ¿No resulta sorprendente que, en medio de las dificultades, haya un atisbo de optimismo entre la gente?

Este año, Ecuador enfrentó una triple crisis:

La prolongada sequía y la crisis energética: La escasez de lluvias afectó significativamente la generación de energía hidroeléctrica, lo que generó apagones y restricciones energéticas.

La inseguridad desbordada: Los niveles de violencia alcanzaron cifras alarmantes, con un incremento notable desde enero que se mantuvo durante todo el año.

La crisis económica y fiscal: Una combinación de pobreza, desempleo y desaceleración productiva golpeó a las familias y las empresas, agravada por las otras dos crisis.

La pobreza, que afecta a un gran porcentaje de la población, es una de las consecuencias más palpables de esta crisis económica. Aunque el Gobierno implementó medidas para estabilizar las finanzas públicas, la combinación de problemas fiscales, productivos y laborales apunta a un decrecimiento del PIB, según el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) el decrecimiento se calcula en un 0,4% para el cierre de la economía ecuatoriana en 2024. 

La fuerza del pueblo

A pesar de este panorama desolador, el pueblo ecuatoriano ha demostrado una capacidad admirable para encontrar soluciones y seguir adelante. Las familias han ideado formas creativas para enfrentar la escasez y adaptarse a las dificultades cotidianas. Esta fortaleza es un ejemplo de cómo la resiliencia no solo implica sobrevivir, sino también aprender y salir fortalecidos.

Lo que resulta evidente es el profundo descontento de los ecuatorianos hacia los políticos, especialmente tras la desaparición de partidos organizados como tales. La crisis actual ha dejado al descubierto la falta de visión de los gobernantes para prever y gestionar vulnerabilidades.

La palabra clave aquí es incompetencia. Esta incapacidad de quienes han estado en el poder ha salido a flote de manera evidente y está modificando las expectativas de los ciudadanos frente al deber de acudir a las urnas el próximo 9 de febrero.

El camino hacia la recuperación está lleno de desafíos, pero también de oportunidades para crecer como sociedad. Los ecuatorianos debemos continuar fortaleciendo esta capacidad de adaptación, no solo para superar la triple crisis de 2024, sino para construir un futuro más prometedor este 2025.

Porque, como ha demostrado este año, nuestra verdadera fortaleza radica en nuestra capacidad para resistir, aprender y avanzar. 



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