Cuán saludable resulta abandonar la cotidianidad del comentario referido a la muy cuestionada política partidista, la inseguridad ciudadana que estremece, los apagones y sus consecuencias y de la misma jeringa con distinto bitoque, para afirmar que la esperanza no desaparece ni tampoco el optimismo respecto del presente y del futuro. Que fechas tan trascendentales como la recordación del nacimiento de Jesús y la finalización y comienzo de un nuevo año, permiten reconocer que no todo está perdido ni todo es fallido y, por consiguiente, es necesario plantearse nuevos y mejores propósitos en beneficio del país y el bienestar de los ecuatorianos, en aras de verlos realizados en los nuevos 365 días, que arrancan el próximo miércoles.
Comienzo por saludar y agradecer la generosidad de ecuadorenvivo, cuyo principal Alfonso Pérez permite privilegiarme con un espacio semanal; lo mismo, saludo y agradezco a los lectores tanto de esta columna como del periódico digital en general. Sin espacio y sin ellos, noticias y opiniones no tienen razón de ser. Por lo mismo, los augurios míos apuntan a que este medio de comunicación se renueve cada día, las noticias se entreguen con exactitud y oportunidad y la opinión de sus colaboradores siga, como hasta ahora, siendo libre y no censurada de ninguna manera. Y para los lectores, ciudadanos del llano todos, sin diferencias, que el nuevo año sea de metas logradas y que, como todos los ecuatorianos, mantengan inquebrantable la fe en el país que tenemos.
El país merece cambiar en todos los órdenes, pero ello no será el resultado del azar, de una vara mágica o de un milagro, sino por la firme convicción de que, gracias principalmente al concurso de la población, más la determinación de sus autoridades de actuar con honestidad, patriótica y acertadamente, es posible conseguirlo. No es verdad, no está escrito ni resuelto, que este sea un país condenado al fracaso a consecuencia de los malos gobiernos. Si es que eso por allí se rumora la obligación es descartarlo, cuanto más este es un territorio que reúne las mejores condiciones para desarrollarse y progresar magistralmente. A poco de celebrarse elecciones presidenciales y legislativas, los ecuatorianos, responsable y moralmente, tienen la obligación de elegir correctamente y quienes hayan recibido la confianza ciudadana deben reciprocarla con absoluta honradez material e intelectual. ¿Eso es posible? Claro que sí; pues de otra forma habría que decir que todos los candidatos son unos delincuentes vestidos de políticos y aquello no es admisible.
Cerremos el año y comencemos uno nuevo sin pesimismo ni negativismo. Salvo Dios, nada es eterno en lo demás; por qué, entonces, tendría que ser contrario con el Ecuador. Cambiar para bien siempre está cercano, puede y debe hacerse con urgencia. Copiando y repitiendo recetas equivocadas del totalitarismo, división de clases, aferramiento al poder, condena al emprendimiento privado, estatización, pacto con el crimen organizado, etcétera, no es el camino. Conservar la esperanza, ser optimistas, tener certezas de realizaciones concretas y transformación positiva, viene bien y oportuno. El país y los ecuatorianos lo van a lograr.
Guardemos, por supuesto, la esperanza cierta de que el nuevo gobierno entenderá que el bienestar de los ecuatorianos en mucho dependerá de su buena gestión. ¡Felices pascuas navideñas y Feliz 2025!
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