Como lo señalamos en la parte 1 de este artículo, en cada rincón hay energía, la cual ni se crea, ni se destruye, solo se transforma. Pero falta la infraestructura necesaria para convertirla en electricidad, previo a transmitirla y distribuirla. Esta es aproximación a la energía nuclear o la energía atómica.
Desde mediados del siglo XX, la energía nuclear ha demostrado ser una solución eficiente y sostenible para enfrentar los retos energéticos globales. A pesar de su controvertida historia, los avances tecnológicos y los sistemas de regulación actuales permiten vislumbrar su enorme potencial para países como Ecuador, donde la necesidad de diversificar las fuentes de energía es inminente.
La energía nuclear puede producirse mediante fisión (cuando los núcleos de los átomos se dividen) o mediante fusión (cuando estos se fusionan). La fisión nuclear es el método utilizado para producir electricidad, utilizando Uranio 235, mientras que la tecnología de generación eléctrica por fusión se encuentra en fase de desarrollo e investigación.
A diferencia de las fuentes fósiles, las plantas nucleares generan electricidad sin emisiones de carbono y contribuyen significativamente a combatir el cambio climático. Actualmente, los reactores nucleares producen cerca del 11% de la electricidad mundial y casi un tercio de la energía sin emisiones de carbono.
Para América del Sur, donde la demanda de energía crece constantemente, la energía nuclear ofrece una alternativa viable frente a los combustibles fósiles y las energías renovables intermitentes como la eólica o solar.
Países como Brasil y Argentina ya han incursionado en este campo, demostrando que es posible implementar tecnologías nucleares bajo estrictos estándares de seguridad.
En el caso de Ecuador, donde la matriz energética está dominada por la generación hidroeléctrica, incorporar energía nuclear podría ofrecer estabilidad al sistema y garantizar disponibilidad en épocas de estiaje. Una sola central nuclear podría cubrir el actual déficit de energía del país. Además, los beneficios de la tecnología nuclear van más allá de la generación de electricidad. Por ejemplo, la radiación tiene aplicaciones en la medicina, la industria e incluso la agricultura, como en tratamientos contra el cáncer, depuración de aguas residuales y desarrollo de cultivos más resistentes.
Sin embargo, también es necesario abordar los retos inherentes a esta tecnología, como el alto costo inicial de las instalaciones, contar con profesionales locales debidamente calificados para su manejo y gestionar apropiadamente los desechos radiactivos.
Es fundamental mantener las manos de los políticos fuera de este sector, el cual requiere un manejo eminentemente técnico. La clave radica en la adopción de políticas públicas claras y en la cooperación internacional para garantizar la seguridad y sostenibilidad de estos proyectos.
Ecuador tiene la oportunidad de explorar el uso pacífico de la energía nuclear como una opción estratégica. Este paso no solo contribuiría a satisfacer la demanda eléctrica nacional, sino que también posicionaría al país en la vanguardia de las soluciones energéticas del futuro.
Existen empresarios en Ecuador, que en alianza con grandes corporaciones internacionales, desean promover el desarrollo de la energía nuclear en el país, con base en los denominados reactores modulares pequeños que pueden desplegarse como central de un solo módulo o de varios módulos, los cuales son construidos en fábrica y transportados a las compañías eléctricas para su instalación.
Hoy los fabricantes de estos reactores ofrecen soluciones llave en mano desde el suministro del equipamiento hasta la disposición final de los residuos.
Así que la tecnología no es el limitante. Lo primero es lograr un acuerdo nacional para que este sector sea viable elaborando la normativa correspondiente y evitando que se politice.
Pregunta para el lector ¿Considera que los políticos ecuatorianos estarían dispuestos a permitir que el sector nuclear sea desarrollado por ingenieros y científicos especialistas sin su injerencia?
La respuesta a esta pregunta determinará si la energía atómica es una oportunidad real para Ecuador o simplemente un sueño que no veremos que se concrete en este siglo.
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