Desde hace muchos años me vengo preguntando por qué razón o razones, nuestro país, que tiene tantos recurso de todo tipo, no está dentro de los países del primer mundo; y el interrogante crece, luego de conocer que países un poquito más grandes que el nuestro aunque con poblaciones muchísimo menos que la nuestra: Islandia, Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega, con pocos recursos naturales y con venta de productos primarios – Noruega tiene y vende petróleo – a través de la investigación, invención, reinvención e innovación están en el primer mundo y son países sumamente ricos; con sistemas de salud y seguridad social bien estructurados y con ciudadanos sanos y productivos; con una administración de justicia eficaz, imparcial, expedita y honesta; con un nivel intelectual y cultural de alto rango y, con casi cero corrupción. Me he dicho, será que nuestro país no lo es, por conflictividad social recurrente, por políticos incapaces de tener ideas y proyectos para beneficio presente y de largo plazo del país, por la falta de visión de futuro de los políticos que lo han dirigido, por no saber aprovechar inteligentemente los recursos inmensos que tenemos, por el sistema educativo obsoleto con el que se prepara a los niños, adolescentes y jóvenes desde hace muchos años, pese a los intentos y propuestas de educadores que conocen muy bien la problemática y que saben lo que hay que hacer; será porque hay una sociedad que se limita a votar en las elecciones pero que no tiene niveles de participación en las decisiones importantes o porque simplemente no le interesa; por la corrupción generalizada que se cubre y se encubre con la impunidad como sistema de seguridad de mafias de todo tipo?. En fin, existen muchísimos interrogantes, que de una u otra forma debemos ir despejando para buscar soluciones..
La situación de Ecuador, como la de muchos países con abundantes recursos naturales, es compleja y no puede atribuirse a una única causa. Sin embargo, algunos de los factores mencionados son fundamentales para entender por qué no se ha alcanzado el estatus de “país de primer mundo”. Ecuador ha enfrentado históricamente tensiones entre diferentes sectores de la sociedad: comunidades indígenas, sindicatos, estudiantes, maestros, empresarios y gobiernos. Esto genera inestabilidad política, confusión social, reacción y, a veces represión gubernamental, y dificulta la implementación de políticas sostenidas a largo plazo. Además, los conflictos muchas veces giran en torno a la explotación de recursos naturales, lo que frena proyectos de desarrollo o lleva a un manejo ineficiente de los mismos. El liderazgo político ha sido un obstáculo en muchos casos. La falta de visión a largo plazo, la corrupción endémica y el populismo han limitado el desarrollo del país. En lugar de invertir en infraestructura, educación y diversificación económica, se han privilegiado medidas de corto plazo que buscan beneficios políticos inmediatos. Aunque Ecuador es rico en recursos naturales (petróleo, minerales, biodiversidad, agricultura, etc.), la dependencia excesiva del petróleo lo ha hecho vulnerable a las fluctuaciones del mercado internacional. La falta de diversificación económica y de valor agregado a sus productos limita su crecimiento sostenible. A esto se suma una mala gestión de ingresos provenientes de estos recursos, que no se invierten adecuadamente en desarrollo humano ni en infraestructura. Si bien hay una tradición democrática, la participación de los ciudadanos se limita en muchos casos al acto de votar. Una sociedad civil organizada y activa podría exigir rendición de cuentas a los gobernantes, fiscalizar proyectos y proponer soluciones. La apatía o la desconfianza en las instituciones perpetúa los problemas estructurales. Además, un sistema educativo deficiente y con niveles elevados de desigualdad son barreras fundamentales para el desarrollo. Sin una población educada que pueda competir en la economía global y sin una distribución más equitativa de los recursos, es difícil construir una economía fuerte y sostenible. Por otro lado, la herencia colonial y la inserción de Ecuador en un sistema económico global desigual también es un asunto clave. Muchas economías latinoamericanas han quedado atrapadas en modelos extractivistas, exportando materias primas sin desarrollar industrias propias que generen mayor riqueza.
Ante esta situación delineada brevemente, y tratando de “no llover sobre mojado”, creo que en estos momentos y con la urgencia del caso, nuestro país para entrar en diez o máximo quince años, necesita ser conducido por un Estadista. Qué es un estadista, me he preguntado, luego de analizar e investigar el pensamiento, las ejecutorias y la vida de algunos de los líderes del siglo veinte que la historia mundial los ha catalogado como tales. Y he concluido que un estadista es una persona que, gracias a su conocimiento, experiencia y habilidades, se destaca en la conducción de los asuntos públicos, particularmente en el ámbito político y gubernamental. No es simplemente un político, sino alguien con una visión estratégica, liderazgo ético y un enfoque en el bienestar colectivo, trascendiendo los intereses partidistas o personales.
He buscado dentro del pensamiento académico, especialmente en los campos sociológico y políticos, cuáles serían las características y virtualidades que debería o debe tener un Estadista, y en base a esa investigación, he encontrado que se podría enunciar las siguientes: a) Debe tener una Visión estratégica, esto es, poseer una capacidad para prever el futuro, establecer objetivos a largo plazo y diseñar estrategias para alcanzarlos; priorizar el desarrollo sostenible y el bien común sobre las ganancias inmediatas o individuales. b) Debe ejercer un liderazgo ético, actuar con integridad, transparencia y con un compromiso inquebrantable con los principios democráticos, la justicia y la defensa de los derechos humanos sin discriminación de ninguna naturaleza Constituirse en un ejemplo para la sociedad y buscar generar la confianza en su liderazgo. c) Tener habilidad diplomática para mediar en conflictos, negociar y lograr consensos entre diversas partes interesadas, tanto a nivel nacional como internacional para evitar o disminuir la conflictividad social. d) Tener una profunda comprensión de la realidad social; es decir, conocer las necesidades, problemas y aspiraciones de su sociedad, y diseñar políticas que respondan a ellas. e) Tener la capacidad para motivar y movilizar a la ciudadanía hacia metas comunes, promoviendo la participación activa y la cohesión social. Y, en cuanto a las virtudes, que es lo más difícil de portar, se pueden anotar las siguientes: a) Sabiduría: que significa reflexionar profunda y velozmente antes de actuar, basándose en un conocimiento cabal y una comprensión amplia de los contextos históricos, culturales y políticos. b) Prudencia: tomar decisiones considerando las posibles consecuencias, evitando actuar por impulsos o intereses efímeros. c) Sentido de Justicia: para buscar la equidad y la igualdad, asegurándose de que todos los sectores de la sociedad sean escuchados y beneficiados. c) Valentía: para afrontar desafíos y adversidades con firmeza, defendiendo los principios y valores fundamentales aún en circunstancias difíciles. c) Empatía: para conectarse emocionalmente con las necesidades y preocupaciones de los ciudadanos, poniendo el interés colectivo por encima del propio; y d) Humildad: para reconocer sus limitaciones, escuchar a los expertos y asesores y valorar la crítica constructiva como una herramienta para enmendar errores y mejorar en su actuación personal.
Creo que si un Estadista, recibe un país con una sociedad descompuesta moral, social, económica y culturalmente, con una administración de justicia en gran parte corrupta, con partidos políticos descompuestos políticamente, con una función legislativa integrada por una gran mayoría de legisladores menos que mediocres y con una burocracia ineficaz, lenta y sin administradores inteligentes y capaces, con sistemas de educación y de salud obsoletos, seguramente estructurará un plan de acciones, inmediato, mediato y de largo plazo, para que nuestro país en diez años, máximo en quince, pueda estar entre los países del primer mundo; un plan integral para combatir los males enunciados y para transformar nuestro país dentro de un enfoque estratégico, meditado y bien coordinado. Un Estadista ecuatoriano debe priorizar las acciones inmediatas que estabilicen el país, mientras construye, edifica y sienta las bases para reformas estructurales sostenibles. Ecuador tiene el potencial para avanzar hacia un desarrollo más inclusivo y sostenible, pero esto requiere cambios profundos en la mentalidad colectiva y en el liderazgo político. Es fundamental invertir en educación, investigación científica y tecnología; promover una participación ciudadana activa y responsable, buscando a los que más saben independientemente de su posición ideológica y/o partidista; apostar por la diversificación económica, buscar fuentes de financiamiento y utilizar los recursos económicos eficientemente; impulsar una seria restructuración de la administración de justicia y dotar a la Función Judicial de los recursos humanos, económicos y tecnológicos necesarios para que pueda cumplir su misión y sus objetivos; combatir la corrupción de manera severa, permanente y efectiva; realizar inmediatamente una transformación en la educación, en la salud y en la seguridad; e implementar un plan nacional de desarrollo cultural que nos permita como país recibir un reconocimiento internacional y nos prestigie. Con un esfuerzo conjunto entre gobierno, sociedad civil y sectores privados, Ecuador puede transformar su riqueza en recursos naturales en un desarrollo integral y sostenible. Este debe ser el compromiso de un Estadista ecuatoriano sapiente, honesto, imaginativo e inteligente. En Ecuador, hay muchas mujeres y hombres de gran talento que pueden serlo. Ojalá alguien se decida a serlo.
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