El pesebre navideño, una de las tradiciones más entrañables en muchos hogares, no solo decora los espacios, sino que conecta a las familias con la espiritualidad y valores como la humildad y la esperanza.
Su origen se remonta a 1223, cuando San Francisco de Asís organizó en Italia la primera representación viviente del nacimiento de Jesús, destacando su llegada al mundo en un ambiente de sencillez. Desde entonces, la tradición se ha expandido por el mundo, adaptándose a las culturas locales y manteniendo su esencia espiritual.
Las figuras del pesebre, como la Virgen María, San José, los pastores y los Reyes Magos, están cargadas de simbolismos. Cada personaje evoca valores como la fe, la humildad y la universalidad del mensaje de Jesús. Por ejemplo, los Reyes Magos representan la adoración de Jesús como el Salvador del mundo, mientras que los pastores simbolizan la sencillez y la cercanía de Dios con los más humildes.
En muchos países, el pesebre se arma el 8 de diciembre, coincidiendo con la festividad de la Inmaculada Concepción, y se desmonta el 6 de enero o incluso el 2 de febrero en algunas tradiciones, cerrando así el ciclo navideño.
Más que una decoración, el pesebre es una invitación a reflexionar sobre el verdadero significado de la Navidad: la unión, la fe y la esperanza.
0 comentarios